viernes, 21 de mayo de 2010

El hada gris.



Esta semana quiero recuperar una de las historias que mas me ha gustado escribir. Una historia que me surgió al ver la imagen que encabeza esta entrada. Ese dibujo me gustó tanto cuando lo vi en la página de Jasmine Becket que supe que tenía que escribir un cuento. Espero haberle hecho justicia a tan bella hada.


El hada gris.

Me llaman Alannah, el hada gris. No os diré mi nombre verdadero, ningún hada lo hará, si alguien lo supiera tendría poder sobre ella, la ataría a su destino, y las hadas han nacido para ser libres... a menos que alguna decida libremente renunciar... De todas maneras, mi nombre real hace siglos que se ha olvidado. Alannah es el nombre que me dio alguien muy querido, y siempre será mi nombre, aunque él ya no pueda decirlo.

Os sorprenderá mi color gris y mis alas de piedra, algo muy extraño en un hada, siempre tan coloridas y etéreas... Yo también fui una de esas hadas luminosas, hace tanto tiempo que casi lo he olvidado. Crecí en el valle de las hadas mariposa, y como todas mis hermanas, vestía los más bellos colores del arco iris... Y en mi juventud, me temo, era demasiado curiosa, demasiado rebelde y demasiado aventurera. Me aburría la vida diaria en el país de las hadas, y me moría por investigar y conocer en el mundo de los humanos. Las hadas más viejas y sabias me advertían de que nada bueno quedaba ya para nosotras en ese mundo, que los humanos habían dejado de creer en nosotras y que éramos invisibles a sus ojos... Pero a mí esos argumentos no me convencían, quería experimentarlo por mi misma...

Por eso una luminosa mañana, decidí volar lejos de mi país, y, por supuesto, terminé en vuestro mundo.

Me sentía muy feliz, todo era tan diferente de lo que había conocido hasta ahora... Ciudades estaban creciendo por doquier, se construían hermosos edificios de piedra, que sustituían a las cabañas de madera... Todo bullía de actividad... yo me sentía feliz. Sí que era verdad que nos habíamos vuelto invisibles, porque nadie reparó en mí, sólo parecían advertir mi presencia los animales que encontraban a mi paso, y quizás algún bebé, pero nadie más...

Durante mucho tiempo recorrí este mundo, siempre sin encontrarme a nadie que reparara en mi presencia.

Pero un frío día de invierno, en una pequeña ciudad del sur de Inglaterra, una ciudad en pleno crecimiento, me pasó algo que nunca creí posible. Un jovencito parecía verme, me quedé muy asombrada, y por la cara de sorpresa que él puso, creo que yo también lo dejé aturdido. Pero en seguida me habló, preguntándome quien era. Sé que lo más sensato habría sido marcharme de allí lo más rápido que me permitieran mis alas, pero había algo tan dulce y a la vez triste en sus ojos... y me temo que me pudo mi innata curiosidad.

Me explicó que era aprendiz de cantero, que su maestro trabajaba en la construcción de una nueva iglesia de piedra para reemplazar a la antigua que se había quemado en un incendio hacía unos años. Que su vida era un infierno, tenía que pasar 7 años de aprendizaje, antes de poder trabajar por su cuenta. Que su maestro era un hombre despiadado, que le hacía trabajar casi como si fuera un esclavo, porque era muy hábil, era capaz de captar miles de detalles y plasmarlos en la piedra, o en madera.

Nos hicimos muy amigos, él me bautizó con el nombre que ahora uso. Le encantaba que le contara mil historias del país de las hadas, y mientras le hablaba de el valle de las mariposas o de las hadas flores, él las iba creando, casi de la nada...

Pasaba el tiempo, yo, ya casi nunca regresaba a mi hogar, mis hermanas estaban muy preocupadas por mí, temiéndose lo peor, que quedara atrapada para siempre en ese mundo y me volviera tan fría como los mortales. Pero yo no les hacía caso, era muy feliz. Mi amigo terminó su aprendizaje, y gracias a su talento innato pronto fue progresando en la cofradía, y en poco tiempo se convirtió en maestro cantero de la nueva iglesia. Asombraba a todos los demás cofrades con sus figuras, que para los demás eran, evidentemente, fruto de una imaginación desbordaba. Y los bellos capiteles se iban poblando de seres bellos y extraños, que hacían de esa iglesia la más bella de la zona.

Desgraciadamente su rápido ascenso no fue igualmente celebrado por todos, como siempre suele pasar su talento despertó la envidia de otro cantero, que con más edad pero, menos talento, consideraba que debería haber obtenido el puesto. Por eso envenenó los oídos del obispo, lo acusó de brujería y de tratos con seres de las tinieblas, y que por eso esculpía esos seres del infierno...

En aquellos tiempos esa era una acusación muy seria, la inquisición tomó cartas en el asunto, y mi buen amigo fue prendido y procesado. Fue torturado, y aunque al final, todo el pueblo dio fe de su inocencia, los daños que le había causado en las manos, eran irreversibles... no podrían volver a crear esas maravillas...

Aquello fue demasiado para él, perdió las ganas de vivir, creía que ya nada merecía la pena... Yo intentaba consolarle y animarle, pero una parte de su alma murió cuando le privaron de su arte...
Sólo vivió unos meses, se fue apagando como una vela en medio de la tempestad... Ni siquiera pudo ver consagrada la obra a la que tanto había entregado... y que al final resultó ser su tumba.

Yo me sentía muy culpable, si no le hubiera contado mis historias, quizás no hubiera creado todos esos seres fantásticos, él seguiría vivo. Supongo que fue entonces cuando empecé a perder mis alegres colores... Y decidí que me quedaría allí, con él para siempre, cuidaría del lugar que él tanto había amado, y lo protegería para que las generaciones futuras pudieran conocer su arte.

Así fue como me fui convirtiendo en piedra, casi como una más de las estatuas de la iglesia... Y cada vez que la gente admira su obra, sé que mi sacrificio valía la pena...

Y a veces, un niño me ve, y le dice a sus padres: "papá, allí hay un hada", yo sonrío y pienso que quizás todavía hay esperanza para este mundo.


8 comentarios:

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Al principio pensé que ya la había leído cuando habías publicado la entrada de las hadas de Becket-Griffith, pero no. Así que me alegro mucho de leerlo, por dos razones (además de las comunes a todos los cuentos): la primera, porque tiene un final más triste, y la segunda, precisamente por ese final, que me ha encantado.

Paquita Pedros dijo...

Hola cielo una maravilla de cuento me encanta como escribes
un beso y feliz fin de semana

Fiaris dijo...

Ginger ¡que belleza!!!un abrazo

Nicolás dijo...

En primer lugar, sí, ya estoy un poco mejor de mi resfriado, querida amiga; eso sí, tengo ganas de darle un coscorrón a mi oftalmólogo. Larga historia.

Me alegra que hayas publicado Halana, el hada gris. Creo que ya te lo he dicho, así que no tendría sentido decir lo mismo con distintas palabras; de este modo, te lo vuelvo a decir como te lo dije en un principio: este es uno de los mejores cuentos que has escritos. Es un final como los que a mí me gustan. Si tuviera que resumir el cuento en dos palabras, diría: belleza y tristeza. Creo que van de la mano estas dos cosas. La canción de Lutien, la historia de Arwen y Aragorn, la de los Ents... creo que Tolkien explota siempre la belleza a través de la tristeza, y has conseguido hacer eso a través de este cuento.

¿Te digo algo más? Creo que esto te puede llegar a servir como incentivo. Has escrito algunos otros cuentos tristes después de este, y veo que el estilo de tristeza, a falta de un mejor término con el que denominarle, es mucho más maduro y lo sabes manejar mejor. ¡Eso es prueba de madurez literaria!

¡Elen síla lumenn omentielmpo!

Nicolás dijo...

P.S. ¡Me encanta la música! Eso sí, el reproductor (creo que puede ser mi conexión) anda algo lento y se corta frecuentemente. Con todo, me gusta más el primer tema que suena. El segundo... el que comienza con ese sonido de clave... bueno, XDDD creo que conozco a un Padre Párroco que se arrancaría el bigote si escuchara como continúa el tema XDDD ¡A mí me regaña por tocar Mozart! El primer me pega más al ámbito de una Iglesia antigua (me he imaginado un monasterio austero y en silencio continuo), pero la segunda (no sé si hay más, porque el reproductor se me ha detenido), no creo que tuviera tanta facilidad de sonar en un mmonasterio.

P.P.S. Algo que se me pasó comentar del cuento. Me ha gustado, o llamado la atención, en esta ocasión, la descripción del dolor del cantero por no poder volver a crear con sus manos. No sé si esto será por ser muy imaginativo o porque tienes el don de Diquens y nos haces ver lo que estás escribiendo, pero lo cierto es que me ha llegado muy hondo ese detalle.

Canoso dijo...

Qué bella historia, jengibre, creo que todavía hay esperanza...

Y qué maravillosa música! Si supieras cuantas veces recurro a ella!

Besotes de fin de semana.

Nel Morán dijo...

Historia bien acompañada con la música. Sigue siendo un placer leerte.

Blogsaludos

Anónimo dijo...

Hola a tod@s.

Fantasmas: Es posible que el hada estuviera en la entrada que le dediqué a la autora, es una de mis favoritas (junto con la que me sirve como avatar). Este cuento es uno de mis primeros cuentos, en los que casi todos tienen finales agridulces (La dama de las estrellas, El nacimiento de las hadas, El ave fénix...). Pero me temo que desde hace unos meses me picó la mosca de los "finales felices" y salvo excepciones, todos tienen finales "de cuento de hadas"

Luna: Vaya... pues muchas gracias, voy aprendiendo sobre la marcha y se que todavía tengo mucho que aprender. GRacias por visitarme.

Fiaris: Me alegra mucho que te haya gustado, como he dicho es un cuento muy especial para mí.

Nicolás: No se si es uno de mis mejores cuentos, he escrito algunos que seguro están mejor escritos (Isolda o Corazón de sirena), pero como ya he dicho, éste es muy especial. Sobre la música, te diré que es Canto gregoriano. El primer tema lo interpretan los monjes del monasterio de Silos (Burgos) y el segundo se trata de una canción (The sound of silence, de Simon & Gartfunkel) cantada en estilo gregoriano. Y no, no creo que sonara en un monasterio de la edad media, pero si en una parroquia de barrio. Cuando yo era niña recuerdo que en mi parroquia teníamos lo que por aquél entonces se llamaba un cura progre, y en la misa había unos chicos que tocaban la guitarra y cantaban canciones durante diversos momentos de la misa. Y cantaban una versión del padrenuestro con esa misma melodía, era muy bonito.

Canoso: Como diría Aragorn en el Abismno de Helm: "siempre hay esperanza". A mí también me gusta mucho, es una música que trasmite calma. Bueno, y además consigue transportarme a tiempos muy lejanos y me siento en uno de esos bellísimos monasterios románicos...

Adivín: Muchísimas gracias, es todo un honor viniendo de todo un escritor como tú. Ahora solo falta que vuelva a escribir un cuento inédito...

Buen domingo para tod@s y besitos de jengibre.

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