lunes, 26 de abril de 2010

Siete.



Supongo que os preguntaréis el porqué de que un número titule una de mis entradas. Algo particularmente raro teniendo en cuenta mi odio casi visceral hacia los números y las matemáticas. Bueno, para ser más exacta debería haberla titulado "Séptimo". Pero supongo que me he dejado llevar por la magia y la fama del número 7. Siete son las maravillas de la antigüedad, los días de la semana, los enanitos de Blancanieves, siete son las estrellas que componen Las Pléyades, siete eran las cabritillas del cuento. Y ayer 25 de Abril se cumplían 7 años de la operación en que me extirparon el sarcoma sinovial de mi pierna izquierda. El día que cambio para siempre el aspecto de mi pierna. El día que volví a nacer.
Esta entrada quería haberla publicado ayer. Pero he tenido un fin de semana muy movido y no ha podido ser. Pero quería compartir con vosotros esta fecha tan importante para mí. Porque estos siete años se me han pasado volando. Parece que fue ayer que estaba ingresada, esperando el día de la operación. Me ingresaron el 8 de abril de 2003. La operación estaba programada para el día 10, pero una inoportuna infección aconsejo retrasarla hasta el día 25. Y hasta entonces reposo absoluto y antibiótico por vía venosa. Y pasar la semana santa en el hospital. Un horror pensaréis. Pues no, me lo pasé muy bien. Me divertí mucho. Tenía una compañera de habitación estupenda y divertidísima. María, una abuelita encantadora a la que le habían puesto prótesis de cadera y rodilla, siempre estaba alegre y congeniamos enseguida. Nuestra habitación siempre era la más ruidosa. Y sus familiares también eran encantadores. Y que voy a decir del personal sanitario de la segunda planta del hospital traumatológico de Vall d'Hebrón. Excelentes profesionales y mejores personas. Me trataron como una reina. Me sentí muy mimada.
De la operación guardo muy gratos recuerdos. Me pasaron a quirófano a las 11:00. En la antesala me esperaba mi doctor, con su bata naranja de quirófano y su gorro de Piolín. Recuerdo que me hizo mucha gracia y le comenté que llevaba un gorro muy bonito a lo que me contestó que era su gorro de la suerte. Me sentí como en un episodio de Urgencias, pues en EEUU es habitual que los cirujanos lleven gorros de colores y dibujos (por suerte mi médico es mucho más agradable y simpático que el dr. Romano). Y recuerdo a la anestesista, una doctora muy simpática. Me pusieron anestesia epidural, y lo recuerdo muy bien, porque para ello me tuve que recostar sobre un auxiliar que era guapísimo, creo que ni siquiera sentí el pinchazo en la columna, los ojos de ese muchacho me sirvieron de anestesia. No quería dormirme, así que cuando empecé a sentir los efectos de la sedación, luché con todas mis fuerzas para no dormirme... y no me dormí. Eso sí, era como si hubiera cogido un cuelgue monumental. Me pasé toda la operación hablando con la anestesista (que debió maldecirse por no haber puesto una dosis mucho mayor de sedante)y no me puse a cantar o a contar chistes malos porque no me dio por ahí. Y recuerdo que cuando terminaron de operar, mi cirujano estaba eufórico. Me dijo que todo había ido muy bien, mejor de lo que se esperaban. Claro que faltaba el veredicto del análisis del tumor.
Lo bueno de la anestesia epidural es que sales de quirófano consciente y bien. Así los familiares te ven estupenda y el suspiro de alivio es general. Así me recibieron mis padres y hermanos cuando me sacaron del quirófano para llevarme a reanimación. ¿Reanimación? pensé yo... ¡¡¡pero si estoy muy animada!!! Pues sí, me llevaron a reanimación, la sala donde estás controlada hasta que pasan los efectos de la anestesia. Un horror, cada 5 minutos se activaba el tensiómetro y te apretaba el brazo, y encima tenía esa pantallita que indica el ritmo cardíaco y el pulso. Lo dicho, como si estuviera en un capítulo de cualquier serie de médicos que se precie. Pero sin George Clonney, que pena. Por suerte tenía una pequeña ventanita al lado de la cama desde la que podía ver el Tibidabo. Y cada 5 minutos un internista que te preguntaba si notabas algo. Recuerdo que una de las veces que vino me preguntó si podía mover las piernas. Cómo no se me había ocurrido probar de mover nada, le dije que no había probado. Me pidió que moviera la derecha (por motivos obvios la izquierda quedaba descartada de esa prueba) y casi le doy una patada, porque como creía que seguía dormida la levanté con más fuerza de la que hubiera sido necesaria. Eso le convenció de que ya estaba para que me pasaran a la habitación.
Eran sobre las 17:00 cuando llegaba a mi habitación, la hora de merendar. Así que pedí algo de comer, y para mi sorpresa me sirvieron un zumo. Ventajas de la epidural.
Pero lo que mejor recuerdo de ese día fue que uno de los médicos, quizás con el que más confianza tenía, me dijo que me dolería más la zona donde me habían quitado piel para el injerto que la operación en sí. A mí me hizo mucha gracia, me habían quitado como unos 10 cms de gemelo ¿cómo podría doler más una zona en la que sólo habían quitado una fina capa de epidermis?. Pues sí, el médico tenía toda la razón ¡¡¡no veas como dolía ese puñetero cuadradito!!! Bueno, tampoco hay que exagerar, tampoco necesite demasiados calmantes. La recuperación fue muy rápida. A los siete días de operarme me dejaron levantarme y utilizar una silla de ruedas. Un modelo "tuneado" con una tabla para poder llevar las piernas estiradas. Y recuerdo que poder levantarme de la cama y recorrer los pasillos fue todo un logro. Le cogí el truco en seguida y alcanzaba velocidades increíbles. ¡¡¡Me llamaban el Terror de los pasillos!!! Y por fin el 8 de Mayo pude ponerme de pie y dar mis primeros pasos. Recuerdo que estaba mi madre conmigo en la habitación y que cuando el médico me dijo que me levantara y andara me sentí como Lázaro. Y recuerdo que el dolor al estirar por primera vez mi pierna operada fue muy fuerte. Pero dar aquel primer paso me emocionó tanto que me puse a llorar. De ilusión y también de alivio, de saber que volvería a caminar, por mucho que doliera. Y al día siguiente me dieron el alta. Salía del hospital tras un mes y un día de hospitalización.

Y el resto ya es historia.



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9 comentarios:

Magdalena Barreto dijo...

Hoja Jengibre...
Me ha emocionado mucho este post, porque he imaginado las sensaciones que tuvieron que pasar por tu cabeza y especialmente la alegría de ese primer paso.
Hoy más que nunca, sé que eres una VALIENTE, y joer, me alegro muchísimo de que todo haya salido bien.
Viva el número 7!!!!!!
Besos guapa

Anónimo dijo...

Hola Magdalena.

Ahora solo me queda volver a la lucha diaria con más fuerza que nunca. Y no me lo van a poner fácil. Pero me gustan los retos y los desafíos.

¡¡¡viva el siete!!!

Besitos de jengibre.

Paquita Pedros dijo...

Hola cielo bonita entrada un besazo corazon

Cassiopeia dijo...

Me alegro infinitamente de éstos 7 y de su exitoso resultado.
Ahora hagamos la fiesta por éstos primeros 7... y preparémonos para celebrar muchísimos 7 más!!!
Muchas bendiciones!

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Qué te voy a decir, lo mismo que en las otras entradas: admiro muchísimo el positivismo y la alegría con la que supiste sobrellevar todo. Es encomiable. Al fin y al cabo, supongo que es un círculo, que al llevarlo con alegría y sin estar completamente deprimida se sufre menos, y si se sufre menos se lleva con más alegría.

Por cierto, siete también es el número de días de la creación xD (buscando en la wiki cosas que son siete -que son un montón-, me he encontrado con esto: "En el mundo hispanohablante se dice que los gatos tienen 7 vidas. Sin embargo, las vidas de los gatos son nueve en los países anglosajones, entre otros. (En realidad los gatos, solo tienen una vida.)" jajajajaja es genial la aclaración del final).

Anónimo dijo...

Hola a tod@s!!!

Muchas gracias por compartir conmigo este momento tan especial.
No suelo pensar en el futuro. Creo que es una página en blanco y que en nuestras manos está llenarla de color.

¡¡¡No puedo creer que se me pasara las siete vidas!!! mas que nada porque algunas de las canciones que consideré para poner en la entrada era la cabecera de la serie Siete vidas por el canto del loco...

Besitos de jengibre para tod@s.

Nicolás dijo...

¡Feliz cumpleaños nº 7!

Lamento la tardanza, pero he estado algo ocupadillo estos días, y la verdad es que tengo un montón de entradas atrasadísimas. Pero bueno, más vale tarde que nunca.

¿Qué decir? Que estas cosas marcan, y mucho. Son, como dices al principio de la entrada, como una nueva vida. Lo que ocurre es que, lo quieras o no, por fuerza toda la concepciones que tenías sobre todo lo anterior cambia absolutamente, y después de salir de allí tienes que haber madurado un poco. Y es un verdadero milagro el que todo haya salido bien. Porque en primer lugar, es un motivo de alegría por celebrar la vida en sí misma. Y en segundo lugar, porque puedes seguir estando aquí, y es una maravilla conocer a personas como tú.

¡Fue el mismo año que yo entré a kirófano en marzo! Aunque yo me lo tomé con mucha menos filosofía. Vamos, ¿qué esperaban? Tenía ocho años, me habían mentido diciéndome que no iba a senir nada, y luego el kirófano, la anestecia total, el parche, el agudo dolor cuando desperté y estar tres horas intubado allí dentro (y hambriento) no me ayudaron mucho a guardar la calma. Eso sí, el doc era todo un doctor, y supo contenerme lo mejor que pudo. En general, conservo muy malos recuerdos de mi primera operación, porque al llegar a casa me esperaban los parientes llorosos y llenos de angustia; y vamos, que lo menos que necesitaba en ese momento era que me vinieran a poner más triste, a recordarme que no había comido en todo el día y a casi darme el Pésame por mí mismo XD
Eso sí, las operaciones del dos mil seis, cuando ya tenía doce años, fueron menos traumáticas y allí sí lo vi con filosofía y optimismo.

Creo, además, que esta historia es ejemplo de fortaleza y optimismo. Por cierto, me encantó la expresión “debió haberse estado maldiciendo todo el rato por no haber puesto más anestecia”. Y es cierto, a veces el personal de los hospitales suele ser muy amable y solícito. En las últimas operaciones ya me conocían y trataban de animarme todo el rato. Yj bueno, supongo que por eso se dice que el estado anímico es el cincuenta por ciento de la recuperación.

Y entiendo la sensación de ese momento en el que diste el primer paso. Es algo indescriptible, muy difícil de expresar con palabras.

Lo dicho, ¡feliz cumpleaños nº 7!

P.S. Tenía entendido, además, que siete simboliza la plenitud, el equilibrio y la armonía, al igual que el cuatro o el tres.
P.P.S. ¡No es justo! A mí ni siquiera me tocó una enfermera guapa XD

Anónimo dijo...

Hola Nicolás.

No te preocupes, siempre llegas a tiempo. Dice un refrán de mi tierra que "quien va a su casa nunca llega tarde"; y ya sabes que esta es tu casa, vuestra casa.

Tengo más anécdotas de aquella época. Recuerdo que a los enfermeros los tenía catalogados como "enfermero simpático" y "enfermero macizo". el primero se llamaba José Carlos y era muy divertido, en teoría llevaba las habitaciones del otro lado del pasillo, pero siempre que podía se colaba en nuestra habitación y nos reíamos mucho. El otro era guapísimo y muy simpático también. Se llamaba Jose y sólo venía un día a la semana cuando la "enfermera severa" tenía fiesta. Era muy dulce y amable.
Y seguiría contando y no pararía. Quizás otro día.

Besitos de jengibre.

Canoso dijo...

Me alegro de que como cuentas, todo sea ya historia y de que puedas recordarlo con una sonrisa.

Un besote, amiga.

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