sábado, 23 de octubre de 2010
Trilogía de Venecia 2: La dama de mármol.
La Dama contemplaba la vida pasar desde su pedestal. ¡Cuántos cambios había visto desde su prisión de piedra! Había olvidado cuanto tiempo llevaba convertida en estatua. El tiempo había dejado de tener importancia para ella. Seguía en el palacio en el que había nacido, fija, inmutable, cuando todo a su alrededor cambiaba. Otros días disfrutaba contemplando a sus visitantes. Cada día, cientos de personas visitaban el palacio. Le gustaba fijarse en sus caras, intentar adivinar lo que pensaban o sentían. Pero hoy no, hoy su mente sólo volvía una y otra vez a revivir la noche pasada. Sabía que era absurdo, que eso no cambiaría las cosas. Pero no podía evitarlo. Algo había sido diferente esa noche. Algo que hacía que su frío corazón volviera a latir y que soñara con volver a ser mortal. Recordó aquel fatídico día en que se despertó convertida en piedra. Ella, la más bella de las damas venecianas. Una belleza que terminó siendo su maldición. Fue la dama más deseada de toda la ciudad, pero ella los rechazaba a todos. Su corazón pertenecía a un joven pintor. Su padre le había encargado que la pintara en un cuadro, para que todo el mundo admirara la belleza de su hija. Ella era muy joven entonces, y aunque nunca les dejaron solos en las largas sesiones en las que posó para él, su corazón se sintió cautivado. Nuevas sensaciones y emociones, sentimientos nunca antes conocidos se agolpaban en su alma. Trató de hacer todo lo posible por poder quedarse a solas con él. Y por fin, una noche de carnaval, escondida tras su máscara, pudo reunirse con su amante. Esa noche, en brazos del pintor, conoció el fuego de la pasión, la dulzura de una caricia y el poder del amor. Deseó poder quedarse allí eternamente, entre los brazos de su amante, pero el tiempo no se detiene y debía estar en su casa antes del amanecer. Por un año vivieron intensamente esta pasión, pero su sino no era estar juntos. Su padre había concertado su matrimonio con uno de los principales de la ciudad. Un hombre rudo y desagradable, que había enterrado ya a tres esposas. Escuchó esta nueva como si de una condena se tratara. Lloró y le suplicó a su padre que no la casara, que antes prefería entrar en un convento. Pero él no la quiso escuchar. Sus negocios no habían ido muy bien últimamente y ese matrimonio era su salvación. Esa noche corrió a encontrarse con su amante. Juntos planearon huir de la ciudad, Su talento le abriría las puertas en cualquiera de las ciudades. Y hacía tiempo que quería establecerse en Florencia, donde había un gran e importante mecenas donde podría encontrar protección. Pero nunca pudieron ver realizados sus planes. Al despertar, descubrió el cuerpo ensangrentado de su amante. Y vio a su prometido a los pies de la cama, recitando un extraño ensalmo. Y empezó a sentir como el frío de la piedra se apoderaba de todo su cuerpo. Menos de su corazón, que no paraba de llorar por el amante perdido. Lágrimas de sangre, lágrimas que nadie podría ver. Y por la ciudad corrió la noticia de su huida con el pintor. Su padre ni siquiera trato de buscarla, incluso prohibió a los sirvientes mencionar su nombre. Pero cuando, a los pocos días, recibió como regalo una estatua de su pequeña, la instaló en el salón principal. Era tan hermosa, el escultor había realizado un trabajo tan excelente que casi creyó que la estatua tenía vida.
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3 comentarios:
muy, pero muy interesante trabajo. me encanto mucho.
un abrazo
Hola Reltih.
Celebro que te guste, es una historia que se ha convertido en algo importante para mí. Espero que te guste la siguiente y última parte.
Buen domingo y besitos de jengibre.
Ya veo que están los tres cuentos conectados (pasaba esto con las otras trilogías? porque si pasaba, no me di cuenta, y debería volver a leerlas). Buena idea. Como siempre, música bien elegida, y, ahora que he leído la tercera parte, muy bien conectada. Eso sí, si te digo la verdad, la parte que más me gustó fue la primera, tenía algo... no sé xD Pero sobre todo aprecio lo bien que has conectado las tres partes: los dos pintores, los diferentes puntos de vista...
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