domingo, 21 de febrero de 2010

Borealis

Esta es la historia del hada Borealis, también conocida como el hada de las nieves.
Vive en la tierra del hielo, una llanura de nieve perpetua, desde la que una vez al año baja para cubrir con su manto blanco todo el país de las hadas. Pero no siempre fue así, en sus orígenes era un hada mariposa, bella y tímida. Creció a la sombra del molino del alquimista, el hogar de nuestro creador. Desde muy niña sintió fascinación por el lugar, y un día se coló por la ventana del laboratorio. Y allí estaba él, el padre de todas nosotras, mezclando mil ingredientes en viejas retortas. Se quedó cautivada por todo lo que allí vio, era todo tan raro. Extraños cachivaches que nunca había visto estaban colgados por todas partes. Papeles con números y garabatos se amontonaban por todos lados. Quería descubrir para que servían todos aquellos trastos (¿te he dicho alguna vez que las hadas somos muy curiosas?), y a punto estuvo de romper un gran tarro de cristal lleno de lo que parecía ser arena de mil colores. El alquimista sorprendido por el alboroto se quedó mirando a la pequeña hada, pero en lugar de reprenderla como ésta había temido, se fue hacia ella y la saludó. El viejo tenía un aspecto tan bondadoso y a la vez parecía tan solo y triste que Borealis olvidó su timidez y le sonrió. Le preguntó para qué servía cada uno de los enseres que había y él le explicó como mezclaba los diversos ingredientes para crear sus pócimas. Eso era lo único que sabía hacer. También le contó su historia, cómo había creado a las hadas y como éstas le habían construido ese laboratorio, igual que el que había tenido en la tierra, cuando cansado del mundo decidió retirarse con sus criaturas. Le habló de lo sólo que se sentía porque nadie solía visitarlo. Borealis, conmovida, le prometió visitarlo cada día, eso sí, después de sus clases, pues ¡¡buena era el hada Sunny si faltabas a su clase!!!

Así fue descubriendo como era la vida en la tierra y escuchó por primera vez hablar de los mortales. Y se despertó su curiosidad por visitar ese mundo nuevo para ella. Desoyendo todos los consejos que le habían dado las hadas mayores y más experimentadas, se marchó feliz, a vivir su gran aventura.
Lamentablemente descubrió muy pronto que ese mundo ideal que el viejo alquimista recordaba no existía. Recorrió casi todo el mundo y apenas vio los bosques de los que tanto le había hablado. Sólo vio gente hacinada en grandes orbes, suciedad y tristeza. Gente que moría de hambre mientras otros tiraban comida por las calles. Ella quería ayudar, pero ¿qué podía hacer? Sólo era un hada. Poco a poco su corazón fue enfriándose, su alegría y vitalidad casi habían desaparecido. Tenía que marcharse de allí o moriría sin remisión. Pero apenas podía volar, y además ¡¡hacía tanto frío!! Un manto blanco cubría el lugar que sobrevolaba, algo frío y húmedo, pero que a la vez quemaba como fuego. Sentía que no podía más. Divisó una pequeña casita, llegar allí era su última oportunidad.
Se desplomó casi a la entrada de la casa, perdiendo el conocimiento de inmediato. Cuando despertó estaba en una habitación cálida y confortable, estirada en una cama muy cómoda, tapada por unas mantas de agradable y suave tacto. Y un par de caritas la miraban con preocupación. Se trataba de una niña pequeña y el que debía ser su padre. Quiso incorporarse, darles las gracias. Pero al tratar de hacerlo casi se desmaya de nuevo.
-No trates de levantarte –dijo el joven, sonriéndole al hablarle. –Cuando te encontramos estabas casi congelada. Mejor que te quedes en la cama, te recuperarás antes.
Tenía una sonrisa cálida y unos ojos bondadosos, y Borealis se sintió reconfortada por sus palabras. Pero estaba demasiado cansada para hablar, volvió a quedarse dormida. Lo último que escuchó fue a la niña decirle a su padre: “Ves cómo es un hada, tiene alitas”
Cuando se despertó de nuevo se sentía mucho mejor. El calor de la habitación era reconfortante. Descubrió que su salvador estaba sentado en un silloncito de madera, al lado de la cama. Se había quedado dormido con un libro en las manos y las gafas casi a punto de caérsele. Se incorporó lentamente, comprobando que, aunque tenía dolores, podía moverse sin impedimentos. Se levantó y se acercó a él. Se fijó en la portada del libro que leía. Sobre unas tapas de color cobre había dos serpientes que se mordían la cola, una blanca y otra negra, y entre ellas estaba el título: La historia interminable. Por lo gastado que se veía el ejemplar debía de ser su libro favorito. Lo cerró y lo colocó sobre una cómoda de madera. Trató de quitarle las gafas para que no se le cayeran y de arroparlo con la mantita que había resbalado a sus pies, pero en ese momento se despertó sobresaltado. Al verla la regañó por haberse levantado de la cama, pero con suavidad, casi con ternura. Ella le sonrió y obediente volvió a la cama.
Pero no pudo volver a dormir. Sentía que había dormido durante días y ahora quería conocer cosas sobre aquel que la había rescatado cuando ya se creía perdida. Y como las hadas son curiosas por naturaleza, lo bombardeó a preguntas. Supo que se llamaba Sven y que la niña que había creído era su hija, era la hija de sus vecinos. Pasaba con él las tardes, la recogía al salir de la escuela y se quedaba allí hasta la hora de cenar. Su madre estaba muy enferma y debía acudir a la ciudad a recibir un tratamiento para combatir su mal. Ylva, que así se llamaba la pequeña, estaba muy triste. Aunque nadie le decía nada sabía que su mamá estaba mal. Por eso Sven inventaba juegos nuevos cada tarde y le contaba historias, para entretenerla y hacerle olvidar su pena. Por eso sus cuentos siempre acababan bien. Todos eran felices y comían perdices.
Le contó su vida. Le explicó que siempre había sido muy tímido y que nunca tuvo muchos amigos. Se sentía extraño entre la gente, por eso prefería encerrarse en su taller y trabajar con la madera a relacionarse con la gente de su edad. Por eso vivía solo. Sólo una vez se había enamorado. Cuando era muy joven, pero nunca reunió el valor para confesarle su amor. Ella era preciosa y él… Le dio miedo que se riera de su aspecto y su torpeza y se guardó en secreto sus sentimientos.
De repente se calló, sorprendido de haber hablado tanto. La miró y vio que se había quedado dormida. Suspiró profundamente, la arropó con las mantas, y volvió a su libro. No habría sabido decir porqué, pero esa indefensa hada perdida le había recordado a la Emperatriz infantil. Y fue como volver a ser aquel niño que se sintió fascinado por Fantasía y que soñó con visitar el pabellón de Magnolia. Y supo en ese momento que daría incluso su vida por salvarla. La cuidaría hasta que se repusiera y luego le ayudaría a llegar a su país. Este mundo era demasiado inhóspito para los seres fantásticos. Y también supo que se llevaría una parte de su corazón con él.
El hada se iba recuperando lentamente cada día que pasaba. Sven se desvivía por cuidarla. Y por las tardes Ylva le pedía que le contara historias del país de las hadas. Pero una tarde la niña llego llorando desconsoladamente. Su mamá estaba peor y la habían dejado ingresada en el hospital. Ese día ni las alegres historias de Sven, ni los fantásticos cuentos de ella surtieron efecto. Borealis, muy apenada, le pidió al joven que la llevara al bosque. Él se negó, hacía un frío polar, el hada no lo soportaría. Pero ella insistió, tenía que encontrar una raíz especial. Y esa noche era la propicia, había luna llena y era entonces cuando sus propiedades mágicas eran más fuertes. Quería hacer algo por ayudar a esa niña, ¿Qué clase de hada sería sino intentara ayudar a quién lo necesita? Sven accedió a llevarla, eso sí, la abrigó con toda prenda de abrigo que encontró por la casa. No iba consentir que volviera a recaer.
Era una noche gélida, pero no estuvieron demasiado tiempo en el bosque. Ella parecía tener un sexto sentido que la guiaba por el bosque hasta dar con un pequeño arbusto. Se puso a escarbar con las manos y sacó unas raíces nudosas. Recitó una especie de ensalmo y las guardó en una bolsa junto con un puñado de hojas del arbusto. También un puñado de nieve, pues necesitaba agua de lluvia para preparar un bebedizo con la raíz. Luego debía dejarlo reposar toda la noche a la luz de la luna y las estrellas. Al día siguiente estaría listo para llevárselo a la mamá de Ylva.
Borealis preparó la poción, mezclando las raíces y las hojas con miel y con un poco de especias (canela, clavo y jengibre) para darle sabor. Pero el frío pasado en el bosque sumado al hecho de que todavía no se había recuperado del todo, le pasó factura y se desmayó justo cuando terminó su trabajo. Por suerte su anfitrión estaba cerca y pudo sostenerla antes de que cayera al suelo. La pobre hada estaba pálida. Sven la cogió en sus brazos y la llevó a su habitación, depositándola con cuidado en la cama. La arropó con las mantas y la besó en la frente. En ese momento ella abrió los ojos y con una mirada suplicante le pidió que se quedara con ella esa noche. Se recostó a su lado abrazándola. Así los sorprendió el alba. Cuando Sven se despertó ella todavía dormía. La contempló en silencio un largo rato, ¡¡estaba tan bella dormida!! Su cara mostraba una paz infinita. Hubiera dado todo porque se quedara con él para siempre, pero sabía que ella debía marcharse a su país. Este mundo que ya no creía en ellas la mataría, y él no quería que nada malo le pasara a una criatura tan adorable como ella. Había pasado la noche entre sus brazos, y aunque no había pasado nada entre ellos, había sido la mejor noche de su vida. Se acurrucó entre sus brazos, quedándose dormida con la cabeza apoyada en su pecho. Una noche para recordar.
Pero el día empezaba y debía ponerse en marcha. Debía hacerle el desayuno a Ylva y acompañarla al colegio, pues mientras su madre estuviera hospitalizada la niña estaría con él. Y luego había prometido ir a la ciudad y visitar a su vecina y llevarle la poción. Deseaba de todo corazón que la magia del hada funcionase y que se recuperase.
Borealis se despertó cuando el sol ya estaba muy alto. Estaba sola en la cama. Añoró la presencia de Sven junto a ella. No sabría decir por qué le pidió que se quedara con ella esa noche, pero se alegraba de haberlo hecho. Se había sentido protegida, algo que no sentía desde que llegó a este mundo. Y había sentido algo muy cálido por dentro cuando la abrazó y la besó en la frente. Deseó poder quedarse allí, con él, para siempre. Pero sabía que debía marcharse o moriría. Estaba tan débil que no podía volver por sus propios medios, por eso estaba allí, tan al norte. Tenía que llegar más al norte, al círculo polar. Su puerta al país de las hadas pasaba por la Aurora Boreal. Pero para eso necesitaba estar más recuperada, se dijo para justificar su permanencia en la casa. Pero la verdad es que le gustaba estar allí. Estaba empezando a amar la nieve. Había descubierto que cada copo es diferente y precioso. Y que aunque parezca que todo cuanto cubre haya muerto, no es así, sólo está dormido, esperando la primavera para despertar con más fuerza que antes, alimentado con el agua del deshielo. No, la verdad es que Borealis no quería marcharse de allí.
La madre de Ylva se recuperó completamente. Los médicos no se explicaban el cambio radical en su estado. Y cuando al realizarle los estudios radiológicos correspondientes descubrieron que la enfermedad había desaparecido. La niña estaba muy contenta y suponía que el hada que vivía con Sven era la que había obrado esa magia en su madre. El día que su madre volvió a casa, Ylva fue a visitar a Borealis con una gran caja de regalo. Al abrirla, salió un precioso gatito, blanco como la nieve, pero con una pequeña manchita negra en el ojito derecho. Al hada le gustó muchísimo el regalo, pues todas las hadas amamos los animales. La niña le explicó que la gatita de su vecina había tenido gatitos y la señora los quería matar. Así que ella se coló en su jardín, para intentar salvarlos, pero sólo había conseguido rescatar a ese.
El gato se ganó el corazón de Sven y Borealis. Era muy mimoso y no se separaba del hada, pues los animales tienen un sexto sentido para detectar a los seres feéricos. Y la presencia del gato contribuyó a su recuperación. Claro, que el hecho que desde aquella noche del bosque, ellos pasaran las noches juntos, de seguro fue un buen reconstituyente. Nada mejor que el calor de un corazón enamorado para proteger a un hada del frío de este deshumanizado mundo.
Pronto, aunque ninguno de los dos deseaba verlo, fue demasiado evidente que ella estaba ya preparada para volver a su mundo. Sven se sentía muy triste, estaba enamorado de ella con toda su alma. Y se había dado cuenta que ella sentía lo mismo que él, que si le pedía que se quedara ella lo haría, sin importarle su seguridad. Pero sabía que ni siquiera su amor sería capaz de salvarla en este mundo. Al contrario, si de verdad la amaba, debería dejarla marchar.
Los preparativos para ese último viaje fueron muy tristes. Debía viajar muy al norte, al reino de los hielos perpetuos. Durante el trayecto apenas hablaron. Él no quería ni mirarle a los ojos o le faltaría el valor para despedirla. Y ella se sentía triste, muy triste. Y culpable, porque ahora él sufriría. Y no se lo merecía.
Cuando divisaron las primeras luces de la aurora boreal, el hada rompió a llorar. El paró el coche y la abrazó tiernamente. Había llegado el momento. Bajaron del coche, y todavía abrazados se acercaron hasta el portal. Borealis ya no lloraba. Sven tenía razón, no podía quedarse. Pero había una manera para que pudieran estar juntos para siempre. Le miró a los ojos y le pidió que la acompañara a su país. Un beso fue la respuesta. Y mientras se besaban con pasión, se abrió el portal; y entre las bellas luces del norte, fueron llevados al país de las hadas.




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13 comentarios:

Nicolás dijo...

¡Excelente!

Hola, Jengibre.
Es un gran cuento. Si quieres que te diga la verdad, hace ya mucho que extrañaba un cuento de Hadas de los primeros... son... son especiales en cierto sentido y tienen algo que la verdad no sé describir con palabras huamanas. Como este. No sé qué es lo que tiene, pero la verdad es que sí sé que es algo verdaderamente especial. Cuando lo terminé de leer, quedé con una sonrisa de oreja a oreja. Es como si tuviera una gran dosis de felicidad impreso en él. Me ha gustado mucho, querida Jengibre, me ha gustado mucho.

Los personajes son sencillo y llanos, idóneos para un cuento de Hadas; el argumento es sustentable, lo que lo transforma en una historia que se sostiene; la descripción es bastante amena y recatada, con lo que ahorras palabras y logras un efecto perfecto. Has conseguido mezclar todos los ingredientes de forma correcta y en proporción exacta. Créeme, eso casi nunca se logra del todo bien, y tú lo has conseguido.

Los nombres que has puesto son muy... no sé cómo definirlos, pero lo cierto es que me han encantado. El que más me ha gustado ha sido Borealis. ¿Es por Aurora Boreal, verdad?

El final, oh, el final. ¡Ese es un gran final! No soy adepto a los FF (Finales Felices) como ya he dicho por aquí en otras ocasiones, pero la verdad es que este final merece un verdadero aplauso. Me ha gustado mucho. Y bajo mi criterio, le embellecería un poco más si fueras más descriptiva en ese último momento, algo que llenara al lector. Pero, así como está, se ha ganado mi admiración y respeto.

La frutilla del postre...
Sintáxis: No me he puesto a revisarla, pero así a vista de pájaro veo que está bastante bien.
Puntuación: Creo que hay una cosita en la parte en la que el joven le habla a Borealis cuando esta se despierta (un errorcito en la raya de diálogo), pero creo que se puede usar como tú lo has puesto, aunque lo averiguaré mejor. Fuera de eso, no he visto nada raro o confuso.
Ortografía: ¡Diez puntos!

Ha sido un espectacular cuento, Hada Jengibre!!! Es uno de los más bonitos que has escrito hasta ahora.
¡Sigue así!
¡Elen sila lumenn omentielmpo!

Anónimo dijo...

Hola Nicolás.

Me alegro que te haya gustado. Es un cuento muy especial para mí. Esta dedicado a una persona a la que quiero con todo mi alma. Y sencillamente me dejé llevar.

Pasa un buen domingo.

Un abrazo.

Balovega dijo...

Hola niña...

Miles de gracias por pasar por casa, es todo un gusto venir a verte y leer esta maravilla.

Un saludote de buen domingo y semana

Anónimo dijo...

Hola Balovega.

Bienvenida a este pequeño rincón.
Celebro que te haya gustado. Como ya he dicho es una historia muy especial para mí.

Besos de domingo.

Nel Morán dijo...

Lo he leído y creo que tu escritura busca un lugar sereno y pausado. No es mi manera de escribir, ni las que he leído hasta ahora, pero la he disfrutado una vez que he logrado relajarme y pasar por la pantalla mis ojos escrutadores. Siendo como fui enseñante, creo que tu historia dejaría boquiabiertos a los chavales.

Anónimo dijo...

Hola Adivín Serafín.

Sí, me temo que mi escritura es como dices.
No soporto los conflictos ni las discusiones, así que supongo que por eso tampoco se me da bien escribir sobre ellos.
Pero me ha encantado lo de los niños. Tengo una sobrina que pronto cumplirá 5 años. Ella es la que me inspira estos cuentos.

Muchas gracias por tus palabras.

Besos de domingo.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE:
LOS CUENTOS DEL HADA JENGIBRE


ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CABALLO, LA CONQUISTA DE AMERICA CRISOL Y EL DE CREPUSCULO.

José
ramón...

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

¡Oooooooohhhhh!

Lo que más destacaría es la desbordante imaginación. Ya desde el principio me pareciómuy imaginativo, una idea muy original. Y la consigues desarrollar muy bien, mezclando las dos tramas de la enfermedad y la de la vuelta y el amor.

Y coincido con Nicolás en lo de los nombres, porque además es algo que siempre me llama la atención porque yo nunca he sido capaz de escoger buenos nombres para personajes, y, por lo general, los de tus cuentos me encantan.

También me gusta cómo has creado el ambiente del cuento, el del paisaje nevado, porque, sin recordar en especial ninguna de las descripciones, puedo verlo perfectamente.

Anónimo dijo...

Hola José Ramón.

En primer lugar: ¡¡¡Bienvenido a este pequeño rincón!!!

Me ha gustado mucho el poema que me has regalado. Es precioso.

Besos.

Anónimo dijo...

Hola Fantasmas.

Me alegro de que te guste. Y sí, me temo que soy demasiado imaginativa, siempre lo he sido.
Lo de los nombres, bueno a mi también me cuesta mucho ponerlos, pero en este caso lo he tenido fácil. Hacía tiempo que quería escribir una historia sobre un hada de la nieve, pero no quería el tópico de frialdad y soledad. Por eso el hada se llama Borealis. Y bueno, digamos que el chico debía tener un nombre nórdico. Sven me gustó, es corto y sonoro.

Me gustan los paisajes nevados, se nota ¿verdad?

Besos.

Anónimo dijo...

Hola Miguel Vivas.

Bienvenido a este pequeño rincón.
Muchas gracias por tus palabras. Son el aliento que necesito para seguir.

Besos de jengibre.

Nel Morán dijo...

He cumplido con los premios de los dos blogs. Ahora, cruza dedos.
¡Ah, por cierto! El hada me ha mandado un mensaje para tí, ella y Sven quieren invitarte a volar en la aurora boreal una noche de estas. Creo que no te puedes negar.

Anónimo dijo...

Hola Adivín Serafín.

Dedos cruzados.

Pero ¿a que sienta bien eso de repartir premios? Hacer feliz a la gente es muy gratificante.

Y no, no puedo negarme. Tampoco he olvidado tu propuesta de escribir algo juntos. Pero me temo que tendré que posponerlo un tiempo. La vuelta de tuerca que ha vuelto a dar mi salud me exige mucho reposo. Así que no puedo pasar mucho rato sentada ante el ordenador, por lo menos de momento.
Por esa razón tengo que dejar aparcados los cuentos por un tiempo. Pero no dejaré desatendido el blog. Publicaré entradas como la de hoy, entradas mas "personales" pero que me exigen menos tiempo.

Eso sí, en cuanto este más recuperada, volveré con más cuentos que nunca.

Besitos de jengibre.

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