miércoles, 12 de agosto de 2009

El corazón compartido. Epílogo.


Los cuentos siempre terminan con el “… y fueron felices y comieron perdices.” Pero ¿es ese realmente el final de la historia? ¡¡¡¡Por supuesto que no!!!! La historia, como la vida, siempre sigue adelante, y no siempre es tan feliz como sugieren esas palabras. Porque la felicidad no es algo inmutable, que una vez la has logrado ya te dura para toda la vida, no, la felicidad es algo que tienes que ir trabajando y logrando cada día. Que la Felicidad no es otra cosa que un montón de pequeñas alegrías.
Nuestra pareja protagonista fue muy feliz. Al llegar la primavera se casaron en la pequeña iglesia del pueblo donde había vivido él. Fue una boda muy concurrida y animada, se celebró un pequeño banquete en honor de los recién casados, del cual, y por unos minutos, los jóvenes esposos se ausentaron para ir al bosque a ver a la sabia y anciana curandera. Molly no había querido ir al pueblo, un enfrentamiento con el párroco hacía muchísimos años los había enemistado, y no era bien recibida en la iglesia aunque hacía tanto tiempo que ninguno de los dos recordaba el motivo de la disputa, pero ninguno quería dar su brazo a torcer. Los recibió con sus mejores galas y una sonrisa de satisfacción en su ajado rostro; desde aquella lejana noche siempre supo que terminarían juntos, pues además del corazón que ambos compartían les unían muchas cosas. Les regalo un extraño amuleto, en forma de corazón para que no se olvidaran de ella. Antes de regresar al banquete, pasaron por el claro del bosque donde se cruzaron sus destinos. Estaba cubierto de flores de todos los colores con las que tejieron una especie de corona que la hermosa novia se puso en el pelo.
Se instalaron en la ciudad, en casa del sabio profesor. Ella seguía en la pastelería y él terminó sus estudios con las mejores calificaciones de su promoción y le ofrecieron una plaza como profesor suplente. Fueron tiempos difíciles, pues un joven profesor no tiene un gran sueldo y la familia había empezado a crecer, dos preciosos bebés, un niño y una niña, habían colmado de felicidad a la pareja, pero también de muchos gastos inesperados. Pero cuando hay amor todo se supera.
Al morir su mentor, este ocupó su plaza, siendo el más joven profesor en esa cátedra. También recibió una fabulosa herencia, la casa en la que vivían y su enorme colección de libros, no sólo de su especialidad, sino también libros de aventuras y novelas de los grandes clásicos.
Los pasteleros, cansados de tantos años de duro trabajo, decidieron retirarse a vivir al campo, a la granja de su hija y su yerno, a unos kilómetros de la ciudad. Pero antes de marcharse les cedieron el negocio, que ya por entonces era famoso en toda la ciudad y alrededores.
La vida les sonreía. La familia seguía aumentado, a los mellizos le siguieron 5 hijos más, dos niños y tres niñas. En su casa siempre había bullicio y risas, bueno y también pequeñas riñas y muchísimas travesuras.
Y ellos… Ellos tuvieron sus pequeñas discusiones. Cada uno tenía sus ideas y su carácter, por eso a veces tenían pequeños roces. Pero tenían dos cosas muy clara, que el amor que sentían el uno por el otro era lo mejor que les había pasado en la vida, y que no podían vivir el uno sin el otro. Porque ¿para que quieres un corazón si no tienes a nadie con quien compartirlo?

Quisiera dedicar este cuento a una persona especialmente. A un buen amigo, corrector de estilo y muchas cosas más. Nicolas este cuento es para tí. Por animarme a crear este blog, por visitarme y dejarme tus comentarios y consejos... y también tus correcciones. Gracias por tu amistad.



2 comentarios:

Nicolás dijo...

¿Puedo llorar? No puedo hacer más. Sinceramente, creo que este ha sido un gran cuento, muy bien escrito, muy bien redactado, has mejorado muy mucho, la historia me logró conmover y atrapar. Y también te agradezco por vuestra amistad. Además, me has hecho mucha ilusión, ¡Es el primer cuento que me dedican en toda mi vida! Mil gracias a tí, por regalarme con estas pequeñas perlas de tinta y papel, gracias por concederme la posibilidad de entrar al mágico país de las hadas y poder soñar. Gracias por darme tu ayuda incondicional, gracias, en suma, por ser como eres y regalarme sin restricciones vuestra amistad. Sigue así, y nunca cambies, y no dejes de escribir estas maravillosas historias que me hacen reír y llorar. .

Anónimo dijo...

¡ahora la que va a llorar voy a ser yo!
Sólo he dicho la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Y tranquilo, no dejaré de escribir mis pequeñas historias. Me gusta hacerlo y hay mil historias dando vueltas por mi mente, pidiéndome a gritos que las deje salir. Mientras haya gente que quiera leerlas, seguiré escribiéndolas.

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