sábado, 4 de julio de 2009

Vacaciones en el Paraíso.


Hoy quiero contaros la historia de un amigo mío, un investigador privado al que conocí en Nueva York, hace unos años. James trabaja para una prestigiosa agencia de detectives, siendo uno de sus mejores agentes, mano derecha y hombre de confianza de su jefe. Juntos llevan media vida dedicados a perseguir malhechores y criminales, resolver algunos casos que la policía no conseguía esclarecer, pero los casos que mas fama les dieron fueron el rescate de la mascota de una rica heredera, secuestrada por su mayordomo; y el caso de la desaparición de las joyas de cierta famosa actriz de culebrones. Casos que les reportaron enormes beneficios, no solo monetarios, sino también de clientela de las altas esferas.
Por suerte, de la clientela se ocupa su jefe; el prefiere encargarse de investigar los escenarios de sus casos, tiene un auténtico don para ello, es capaz de encontrar la más mínima pista en los lugares más difíciles o insospechados.
Le gusta su trabajo, pero últimamente se sentía un poco cansado. Así me lo confesó, la última vez que nos vimos. Habíamos quedado en un club de jazz, un local pequeño y acogedor, nada que ver con esos lugares de moda donde apenas puedes disfrutar de la música. Aquí destacaba sobretodo la presencia de una joven cantante de color con la voz más dulce y aterciopela que he escuchado nunca, era pequeña y menuda, de aspecto corriente y con aire de ser algo tímida, pero en cuanto sonaban las notas del piano que la acompañaba, se transformaba absolutamente, era la estrella. En ese momento estaba cantando Moon river. James, con un vaso de bourbon en la mano y los ojos extrañamente húmedos, me dijo que necesitaba unas vacaciones, que no aguantaba más. Me fijé en su aspecto desaliñado, sus ojos cansados y las enormes bolsas bajo ellos, su barba de cuatro días, su cabello rubio siempre tan repeinado y ahora muy descuidado… todas las evidencias señalaban que no estaba en su mejor momento.
De todo esto ha pasado más de un mes, yo regresé a mi vida diaria de trotamundos y no había vuelto a tener noticias de él, no es algo que me extrañe, suele pasar a menudo, es mi mejor amigo en este mundo pero nuestras vidas nos llevan por caminos diferentes, eso si, cuando nos necesitamos siempre sabemos donde encontrarnos.
Pero esta mañana he recibido una carta suya ¡¡desde la Polinesia Francesa!! Decía así:
“Mi muy querida Jengibre.
¡¡Estoy de vacaciones en la polinesia!!
No me lo he pensado más, le dije al jefe que me marchaba, como es natural hizo lo que hace siempre, intentar convencerme que soy imprescindible, que estamos hasta el cuello de trabajo, pero creo que vio en mi cara que no le estaba pidiendo permiso, que me marcharía sí o sí, y mascullando una maldición, me dejó marchar.
Y aquí estoy, en una isla de nombre impronunciable pero de belleza arrebatadora. Seguro que el paraíso terrenal estaba por aquí cerca. Me siento un hombre nuevo, relajado y sin estrés, no me reconocerías. Cuando subí al avión me sentí un poco raro, es la primera vez que viajo solo pero se que esto es lo mejor que he hecho en mucho tiempo. Me alojo en un hotel pequeño y coqueto, las habitaciones son cabañas de madera siguiendo el estilo autóctono, pero lo mejor de todo están situadas en el mar, sobre pilones de madera… es fantástico ¡¡¡tengo una maravillosa vista del océano!!! Y ya sabes lo mucho que me relaja el mar.
Por eso, lo primero que he hecho al llegar ha sido darme un baño en este mar de aguas turquesa y cristalinas, tan limpias que puedes ver el fondo. Y ha sido sumergirme y sentir como todos mis problemas se desvanecieran. He salido del agua relajado y feliz, dispuesto a disfrutar del maravilloso espectáculo de una puesta de sol en esta hermosa playa de arenas blancas, casi desierta. Así que me he estirado en una hamaca, saboreando la quietud y el silencio del lugar.
Pero de repente un llanto ahogado rompía el silencio, extrañado busco el origen de ese llanto, porque ¿Quién podría sentirse desgraciado en un lugar así? La única persona que esta en la playa es una joven que llora desconsoladamente con la cabeza enterrada entre sus manos. Me acerqué a su lado y le pregunté que le sucedía, un caballero siempre consuela a una dama en apuros… Levantó su cabeza con aire de no entender nada de lo que había dicho, y me maldije entre dientes por creer que todo el mundo habla mi idioma. Intenté recordar lo poco de francés que sabía, pero con sus bellísimos ojos clavados en mí, era incapaz de pensar, son tan azules y transparentes como ese mismo mar, y en ellos se refleja una tristeza infinita.
Esos ojos me tienen como hipnotizado, cuando consigo reponerme de su hechizo la miro con más atención, la miras con atención, su piel es tan blanca que parece de nácar, y su pelo largo y rojizo es tan suave como la seda; es tan pequeña y menuda que casi parece una niña, una niña perdida y muy triste. Miro otra vez esa carita preciosa y sentí deseos de abrazarla y protegerla, ¿Quién querría hacer daño a una criatura así? Le dediqué mi mejor sonrisa e intente decirle mediante gestos, que no le haría daño, que era un amigo. Me sentí un poco ridículo, pero parece que me ha entendido y me regala una tímida sonrisa, sus labios tan rojos como el coral esbozan una sonrisa que ilumina su pálida cara, casi parece una estrellita perdida. Vuelve a mirarme fijamente a los ojos, y por un segundo creo que me he vuelto loco, juraría que sus ojos me hablaban, y debe ser verdad porque he entendido que está muy enferma, que necesita llegar al mar o morirá sin remedio y está demasiado débil para hacerlo por si misma. Me levanté como movido por un resorte, la cogí en mis brazos, ligera como una pluma, y creo que en mi vida he corrido tan rápido como en ese momento, camino del agua. Me sumergí, todavía con ella todavía en mis brazos, temía soltarla, como si pudiera protegerla de lo que fuera que la estaba haciendo daño.
Conforme el agua va cubriendo su blanca piel, voy notando como toda ella va volviendo a la vida, su carita triste se transforma, pero sigue abrazándose a mi, como se abrazaría un naufrago a su tabla de salvación.
Le pregunté si estaba mejor, aunque era obvio que se estaba recuperando. Ella asintió con la cabeza, me sonrió y volvió a hablarme con la mirada.
-Me has salvado la vida, al menos por un tiempo –me dijo. Te estoy muy agradecida. Tienes un corazón generoso, me has ayudado sin conocerme y sin ni siquiera hacerme una pregunta, sin juzgarme a pesar de ser diferente…
-Tenía un montón de preguntas que hacerte, pero parecías tan frágil que lo demás podía esperar –le contesté.
Me prometió contarme su historia esa misma noche, cuando saliera la luna, pero que debía dejarla sola. Ya sabes tú como me gustan las historias y los misterios, por eso asentí y la deje que se marchara nadando.
Regresé al hotel, me di una rápida ducha y bajé al comedor o me quedaría sin cenar, casi estaban a punto de cerrarlo. La sala esta casi desierta, apenas un par de clientes, un matrimonio mayor, jubilados, y por su aspecto seguramente son alemanes o suecos; posiblemente su primer viaje transoceánico después de toda una vida de trabajo y, seguramente, con una pensión elevada, dispuestos a disfrutar de su bien merecido descanso. Lo que más me ha llamado la atención es la camisa hawaiana, absolutamente llamativa, de él, chocando con el bonito vestido de noche que lleva ella, elegante y discreto, que le favorece y le da un aire de serena belleza; el pelo, de un gris plateado, peinado con un sencillo recogido, similar al que hizo famoso aquella actriz, que desayunaba en Tiffany’s; apenas se ha maquillado, un toque de rouge en sus labios, pero no necesita nada más. Me he quedado tan abstraído mirándolos que quizás ha sido poco delicado por mi parte y ellos se han dado cuenta de mi interés. Me he disculpado torpemente, completamente ruborizado cuando ella me ha mirado a los ojos y me ha dedicado una de las sonrisas más cálidas que he visto en mi vida. Me he sentido como un tonto, no quería ofenderlo, por suerte no se lo han tomado a mal. He apurado mi copa de vino, y me marché del comedor, mis pasos se dirigían, por instinto y costumbre, hacia el bar, nada como el bourbon o un buen whisky de malta para calmar la inquietud que siento, pero esta noche quiero mantenerme sereno, a medianoche tengo una cita con una enigmática y bellísima criatura, y ya he olvidado la última vez que me sucedió algo así.
Por un momento, al contemplar a la pareja del comedor, sentí una punzada en el corazón y una envidia tremenda. Por un momento deseé estar en el lugar del tipo de la camisa hawaiana. Se les veía que todavía estaban enamorados, sus miradas y gestos trasmitían esa complicidad que sólo se logra tras toda una vida juntos. Y, de pronto, sentí que quizás eso del compromiso no estuviera tan mal, después de todo. Claro que con mi trabajo se hacía difícil llevar una vida familiar normal, o eso es lo que siempre había esgrimido para no comprometerme, de acuerdo, la vida de un investigador privado es un poco complicada, procesando escenarios, cada cual más sórdido, indagando por los bajos fondos de la ciudad, despertarse entre los brazos de la femme fatale de turno, con una resaca tremenda, la cabeza a punto de reventar y sintiendo un vacío enorme en tu interior. A pesar de mi juventud, me siento muy viejo por dentro. Sí, estaba claro que necesitaba un cambio en mi vida, por eso estoy aquí, y nada sería lo mismo cuando regresara a casa, si es que decido regresar…
Y aquí estoy, escribiéndote estas líneas y esperando que salga la luna. Prometo contarte todo lo que pase esta noche, se lo mucho que te gustan las historias, me has contado tantas… Se despide por ahora.
J.
(Continuará)


1 comentario:

Nicolás dijo...

Bien, aquí estoy por comentar nuevamente.... al parecer hay novedades. Sin saberlo tenía instalado el firefox... y al parecer era el internet explorer el que me daba el error. Aunque, ojo, este programa también me lo da... pero si pongo reiniciar seción me lleva a la página sin problemas. Bien, lo dicho, que casi que se han solucionado mis problemas con los blogs... y algunas páginas. Sobre el cuento... bien, tu ya me lo habías comentado un poco, no diré nada por aquí para no estropear la historia a los lectores. Aún así te repito... ten cuidado con los tiempos verbales. Si James te está contando todo en pasado, (porque ya ocurrió) No puede meter el presente ya que es un error de ubicación temporal. Aún así muy bueno, talento te sobra... y lo dicho.... ¡Muy buena suerte! Espero que continúes esta historia que me ha atrapado.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails