viernes, 26 de junio de 2009

Nabila (2ª parte)


Habíamos dejado a Nabila convertida en una venerable y sabia ancianita, a pesar de acabar de cumplir los 18 años. La bondad y sabiduría de nabila atraían a la tienda de especies a muchísima gente, más aún que anteriormente lo hacía su belleza. El más asiduo a la tienda era un joven, hijo de un vecino comerciante de sedas y tejidos exóticos, un joven muy tímido y apocado que de niño había compartido muchos juegos con Nabila, pues apenas era algo mayor que ella; aunque al pasar los años y hacerse mayores, se sentía intimidado por la belleza de ella y por la cantidad de pretendientes que atraía, y por eso se fue distanciando. Farid, que así se llamaba el joven, hacía años que moría de amor por ella, pero no se atrevía a confesarle su amor. Al contrario, cada vez que ella se acercaba a él, recordándole los viejos tiempos, apenas le salían las palabras, se sonrojaba y se marchaba, desolado.

Al enterarse que Nabila se había marchado de la ciudad tan repentinamente, no se lo pensó dos veces y acudió a la tienda de Said para saber que había sucedido. Said, que quería al muchacho como a un hijo, le contó que Nabila había sufrido una gran decepción, y que quedarse en la ciudad le rompía el corazón y que por eso se marchó. Farid insistió en saber donde había ido, para ir a verla y, por los viejos tiempos y lo que habían compartido de niños, consolarla y ayudarla como tantas veces había hecho de niños. Al oír aquello, Nabila que estaba en la trastienda, salió a saludar a Farid, pues sus palabras le habían llegado al corazón. Said la presentó como la abuela Nabila, y en cuanto Farid la miró a los ojos, sintió que su corazón le daba un vuelco, aquellos eran los bellísimos ojos de su amada Nabila, y cortés le dijo “Señora, veo que su nieta a heredado su belleza y el brillo de sus ojos, reconocería esa mirada aún entre la multitud”

El corazón de Nabila casi se paró en ese momento. En ese instante recordó todos los años pasados junto a Farid, las veces que el la había defendido o protegido, o aquella vez cuando murió el hermoso pájaro cantor que su padre le había traído de lejanas tierras, esas amargas lágrimas que él había sabido calmar… y en aquel momento se dio cuenta que lo que siempre había estado buscando, ese amor sincero y desinteresado, lo había tenido siempre a su lado y no había sabido verlo, había estado incluso más ciega que el príncipe Ahmed.

Y decidió arriesgarse y confesarle su secreto; si como ella creía él la amaba de verdad, la creería; y quizás entonces se rompería la maldición. Invitó a Farid a tomar un té y pastelitos de pistacho en su jardín, y una vez allí, antes de que él dijera nada, le miró fijamente a los ojos y le explicó lo que le había pasado, que ella era la joven Nabila, y le recordó todas y cada una de sus vivencias infantiles, hasta las más secretas, que sólo podían saber ellos dos. Pero no pudo terminar de relatarlas, porque los labios de Farid la hicieron callar con un beso dulce y tierno. Cuando sus bocas se separaron y abrieron los ojos… la maldición se había roto, el amor había vencido a la magia oscura, tal y como su hada madrina había predicho. Volvía a ser la joven belleza de antes, pero había aprendido una gran lección; los ojos no sirven de gran cosa si no se mira con los ojos del corazón. Los jóvenes volvieron a besarse, más apasionado y profundo esta vez. Les costó separarse, pero ya tendrían tiempo para todo eso, tenían toda la vida por delante y no pensaban separarse más; pero ahora lo primero era mostrarles a Said y Yasmín lo que había sucedido.

Y pasado el tiempo conveniente, Farid y Nabila se casaron, y no hubo en toda la cuidad ni en todo el reino un pareja más feliz.

El príncipe Ahmed, cuando supo que Nabila había vuelto más bella y feliz que nunca y que se iba a casar con Farid; sintió una punzada de celos pues habría dado su reino por estar en el puesto de Farid. Su matrimonio con Salma era muy desgraciado, al final había visto la verdadera cara d e Salma. Pero era demasiado tarde, y lo que más le dolía era que había sido él quién no había sabido ver lo que tenía.

3 comentarios:

Nicolás dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Nicolás dijo...

Lo escencial es invisible a los ojos, y cuando estos están ciegos es necesario ver con los ojos del corazón. Atoine Exuperi, El principito.

Anónimo dijo...

Gran frase y gran verdad, querido Nícolas...
Desgraciadamente cada vez menos se ve con el corazón. Por eso es maravilloso encontrarse gente como tú, que no ha perdido esa facultad y que creen en las cosas que realmente valen la pena, como la amistad. Por eso es un privilegio para mí que me consideres tu amiga, y me siento honrada por ello.
No cambies nunca.

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