martes, 14 de junio de 2011

Un viaje a la nostalgia.




Dicen que donde has sido feliz es mejor no regresar y la verdad es que no puedo estar mas en desacuerdo con eso. Creo que a veces, cuando atraviesas un momento difícil o complicado, es bueno volver la vista atrás y recuperar aquellos lugares y vivencias que han marcado tu vida.

Podréis decirme que no es bueno aferrarse y vivir en el pasado. Aquí sí que os tengo que dar la razón. Pero yo no me refería a eso. Lo que yo quiero decir es que es bueno, cuando te cuesta ver la salida y seguir adelante, hacer un viaje (real o imaginado) a todo eso que ha marcado tu infancia. Esos lugares y esas vivencias que te hicieron tan feliz y que son los que te han hecho ser quien eres y como eres. No para quedarte perdido en esos recuerdos, sino para que al recordar todos esos momentos y lugares que forman los cimientos, las bases de tu vida, puedas tomar impulso y a partir de ahí volver a ser quien eres. Para volver a encontrar la fuerza para volver a ser tú mismo y recuperar la alegría y la ilusión que antes no lograbas encontrar.

Eso es lo que he hecho yo estos últimos días. Llevaba unos meses un poco perdida en mi propia vida. Demasiada presión en el trabajo, una situación algo complicada sentimentalmente... Me temo que no llevo muy bien la presión. No conseguía encontrarme a mi misma. Era incapaz de escribir más de dos letras seguidas. Me faltaba la fe en mi misma. No voy a decir que estuviera sola. Soy inmensamente afortunada y tengo a mi alrededor mucha gente que me quiere, apoya y cree en mí. Pero si tú misma no tienes fe en ti no importa que los demás sí la tengan, tu no lo verás.

Por suerte he tenido unos días de vacaciones, no han sido muchos. Poco más que un fin de semana largo. Así que me he subido a un tren camino de un pequeño pueblecito de la provincia de Cuenca. El lugar donde tantos veranos he pasado en los días felices de mi infancia. Aunque yo nací en Albacete, ciudad en la que viví hasta los 8 años, mis padres eran originarios de ese pueblo. Allí vivían mis abuelos. Por eso todos los veranos los pasaba allí. Nos juntábamos todos los primos y, como se diría hoy, "la liábamos parda"

No voy a negar que fueron los veranos más felices de mi vida. Nunca olvidaré aquellas mañanas jugando en las heras; las tardes interminables en el río, aquellos baños al atardecer, las caminatas hasta el manantial de agua más fría y buena que he probado nunca, recogiendo moras por el camino y para terminar esas meriendas al ponerse el sol, luchando contra los mosquitos... Tampoco se me olvidan esas noches de verano, jugando en la calle mientras los mayores tomaban el fresco, sentados a la puerta con los demás vecinos.

Por todo eso, hace unos días me subí a un tren destino a mis recuerdos. Desfortunadamente mis abuelos ya no pueden recibirme con sus besos y abrazos, esos tan apretados que casi te dejaban sin aliento... Es ley de vida... Se les echa de menos, pero se que ellos siempre están ahí, dentro de mí. Por suerte, en la estación estaban mis tíos, es en su casa donde me he quedado estos días, ese hospital de mi ánimo.

Nada más subir en ese tren sentí como si los lazos que me atenazaban empezaran a aflojarse. Y eso que llegaba de una despedida triste y difícil. Tengo que decir que no soporto las despedidas. Nunca me han gustado, si siquiera esas que sólo son un breve hasta luego. Suelo llorar y, como diría cierta persona, ponerme emocional, no importa que esa despedida sea el principio de la mayor aventura de mi vida. Pero para mi sorpresa, esta vez me mantuve serena, aunque como he dicho esta era una despedida de esas que parecen romperte el corazón. Y ni una lágrima... ¡la cosa empezaba bien!

Claro que lo mejor estaba por venir. Han sido unos días de relax y tranquilidad. De dormir como un bebé y recuperar las horas de sueño perdidas. De comer de capricho... (mi tía me mima demasiado, no podía faltar la tradicional fideuá...)De caminar por el monte, merienda en el río incluida. No importa que la pequeña aldea junto al mismo, que en mi infancia estaba llena de vida y bullicio, estuviera medio abandonada. O que el manantial se haya secado y no fuera el tiempo de las moras. Volvía a ser la misma niña alegre y despreocupada de entonces.

La nostalgia volvía a ser mi terapia particular. La vía para reencontrarme conmigo misma. Recordar lo que me ha hecho ser lo que hoy soy.





4 comentarios:

Cassiopeia dijo...

Hermosa!
Este es uno de los posts mas hermosos que he visto!
Tienes toda la razón: regresar a los sitios de felicidad (especialmente de la infancia... no tienen precio). Yo tambien me saboreo las visitas al campo a casa de mis padres y de mis abuelos... Mis hijos sienten lo propio y me emociona!
Eres millonaria en recuerdos felices!

Nicolás dijo...

Amén a todo, querida amiga. Me ha emocionado mucho el "Volví a ser una niña", eso de verdad no tiene precio. A veces es ideal retomar nuestros principios, retornar allí a donde hemos disfrutado mucho, donde sentimos que los buenos recuerdos de pasadas épocas afloran y nos embargan de esa nostalgia sana y alegre. El saber que lo que ocurrió ha quedado atrás, pero que en su momento lo disfrutamos al máximo y ese gozo es algo que no podremos extirpar de nuestro corazón. No hay que dejar que perdamos lo que fuimos, porque entonces perdemos también lo que somos.

Hem... soy yo, ¿o no eres la única que has estado teniendo dificultades por dos frentes distintos? (sentimental y laboral). En fin, que me sorprendió el leerlo.

Y me alegró volver a verte por aquí con ánimos renovados y un espíritu animoso.

¡Que la estrella más brillante de los cielos brille sobre ti y sobre tu camino, que jamás se apague y que jamás te deje en tinieblas, hada Jengibre!
Namarïe, melon.

jengibre. dijo...

Hola Cassiopeia.

¡¡¡Muchas gracias!!!! La verdad es que es un post escrito con el corazón. He volcado en el papel lo que siento dentro. Una terapia que de verdad aconsejo.
Y sí, tengo millones de recuerdos felices, ellos son los que me han hecho ser lo que soy. Hoy en día, cuando crecemos y alcanzamos cierta edad, tendemos a olvidarnos y renegar de esa infancia. Ademas se suele tachar de inmaduros a los que no lo hacen. Y eso es muy triste. Nunca hay que perder de vista esos orígenes y nos inmadurez que nuestro niño interior salga a la superficie de vez en cuando.

Una abrazo y besitos de jengibre.

jengibre. dijo...

Hola Nicolás.

Me temo que nunca he dejado de ser esa niña... como me recuerda mi madre un millón de veces... XD

Supongo que a veces va bien dejar de ser un adulto responsable y dejar que otros tomen el control. Creo que no solo han sido los recuerdos los que me han hecho recuperarme, sino también los mimos y cuidados de mis tíos. Me recuerda uno de los capítulos más bellos de La historia Interminable. En él, Bastian Baltasar Bux vuelve a ser un niño muy pequeño para encontrar su verdadera voluntad... Pues algo así me ha sucedido a mí...

Nicolás ¿tienes problemas en dos frentes?

Namarie melon!!!

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails