sábado, 2 de enero de 2010

Isolda. (final)

Isolda veía caer la lluvia desde la ventana de su habitación. Una fina llovizna caía en la fría mañana, la mañana de Navidad. Y dos gruesos lagrimones rodaban por sus mejillas, era la primera Navidad sin su padre… y ni siquiera Manuel estaba a su lado. Se sentía sola y perdida, y ni siquiera el hecho de no tener que pasar las vacaciones en el viejo palacete la consolaba, aunque reconocía que habría sido peor si hubiera tenido que pasar la Navidad allí. No pudo evitar ciertos recuerdos de las navidades pasadas. Habían sido los mejores momentos de su vida. Su padre siempre las había hecho especiales.
Con un movimiento de cabeza desechó estos pensamientos. La nostalgia no la ayudaría. Y tampoco podía quejarse. Por lo menos estaba lejos del internado. Por unos días pensó que debería quedarse allí. La primera carta que recibía de su madre era para decirle que tendría que quedarse allí en vacaciones porque ella pasaría la Navidad en Viena con unos amigos, que necesitaba salir un poco para superar la tristeza que sentía. La noticia no dejó de sorprenderla, pero cuando supo que todas sus compañeras se marchaban a sus casas en vacaciones, pensó que no estaría mal. Pasaría esos días tocando el piano en el aula de música y en la biblioteca, tomando ese delicioso chocolate que la Srta. Lemon le preparaba cada tarde, cuando iba a cumplir su “castigo”. Pero el día antes de terminar las clases, la directora la llamó a su despacho, algo bastante insólito, porque desde aquel incidente, Isolda se mantenía al margen de sus compañeras y de sus burlas, y no había vuelto a tener que ser reprendida.
-“Te he mandado llamar” –le dijo la directora con voz algo severa –“porque he recibido una carta de tus abuelos. En ella me informan que pasarás las vacaciones con ellos. Sé que tu madre me había pedido que te quedaras aquí estos días, pero personalmente creo que será mejor que los pases en familia. Serán unos días difíciles para ti y pasarlos aquí sola no te haría ningún bien.” –Su voz ahora era más suave, casi dulce. –“Tu comportamiento estos meses ha mejorado mucho, tus profesoras están contentas contigo, y la Srta. Lemon dice que eres una gran ayuda para ella y quiere que le sigas ayudando en la biblioteca hasta final de curso, si no tienes inconveniente, por supuesto. Por eso quiero que mañana vayas con tus abuelos y pases unas buenas vacaciones.”
Esa noticia sí que la había sorprendido. ¡Sus abuelos vendrían a buscarla! La noticia le había alegrado bastante. Cierto es que la relación entre su padre y su abuelo nunca fue demasiado buena, pero desde que su padre murió, su abuelo se había preocupado muchísimo por ella. Y su sorpresa fue mayor cuando, al día siguiente sus abuelos le dijeron que se quedarían en Londres, en la casita en la que habían pasado el verano.
Allí estaba, llorando mientras veía caer la fina lluvia. Y releyendo la última carta de Manuel. Le había llegado justo antes de empezar las vacaciones. En ella le hablaba de lo difíciles que eran las clases y de lo severos que eran algunos profesores, de los amigos que había hecho, de lo deliciosos que estaban los croissants recién horneados (debajo de la habitación donde vivía había un pequeño horno) y no pudo evitar sonreír, a pesar de sus lágrimas. Era bastante obvio que lo estaba pasando bien en París, ¡¡¡pero si hasta le habían invitado a pasar las fiestas en la campiña!!! Se alegraba que todo le fuera bien. Pero lo añoraba muchísimo, cada día más.
Después del desayuno le contestaría. Le mentiría, le diría que lo estaba pasando muy bien. No quería preocuparlo. Le conocía lo suficiente para saber que sería capaz de dejarlo todo y venir a consolarla, por eso lo mejor era mentirle, hacerle creer que todo iba bien. Él se merecía poder cumplir su sueño. Pero ahora mejor sería vestirse y bajar a desayunar. Sus abuelos estarían ya esperándola y de seguro que tendrían alguna sorpresa. Su abuelo le había prometido el mejor regalo de navidad.
En el comedor todo estaba preparado, sus abuelos la esperaban. Su abuela se levantó y fue a su encuentro para envolverla en un cálido abrazo, besándola tiernamente mientras le susurraba un “feliz navidad cariño”. Su abuelo le sonrió desde su asiento, y señalándole el enorme árbol de navidad le preguntó si no sentía curiosidad por ver sus regalos. Isolda reparó entonces en la enorme cantidad de paquetes de colores que había esparcidos bajo las ramas del abeto. “¿son para mí? ¿Todos?”, preguntó extrañada. Ellos asintieron.
“Bueno, como el día de Reyes estarás otra vez en el colegio, mejor te damos los regalos hoy.” –le explicó su abuelo con una enorme sonrisa. –“Pero ¡ábrelos!, o quizás los duendecillos se los lleven.”
Dicho y hecho. Isolda empezó a romper los envoltorios, desatar lazos y cintas y abrir cajas. De ellas salían libros, lápices de colores, pinturas y un caballete, un precioso vestido de fiesta (“esta noche vamos a ver El Cascanueces, cariño” le explicó su abuela).
Justo cuando terminó de abrir sus últimos paquetes sonó la campanilla de la puerta. Extrañada, Isolda se preguntaba quién podría ser a esas horas y en plena mañana de Navidad, pero su abuelo exclamó: “creo que está aquí tu regalo de navidad, recuerda que te prometí el mejor de todos los regalos”. Y dicho esto, por la puerta, acompañando a la doncella aparecía el rostro de Manuel. En cuanto lo vio, soltó todo lo que tenía en las manos (por suerte ese regalo no era frágil) y corrió a su encuentro, las lágrimas otra vez resbalando por su cara. Se fundieron en un abrazo interminable, sin palabras, ninguno de los dos podía pronunciar ninguna. Cuando se separaron, Isolda fue a abrazar a su abuelo, llenándole de besos, agradeciéndole que le hubiera traído a Manuel.
Y él, tan serio y formal como siempre había sido, lloraba tanto como su nieta. Acababa de comprender el error que había sido separar a su nieta de todo lo que amaba. Y decidió que lo mejor era que la niña no volviera a ese internado en el que tan desgraciada era. Ella no era como su madre, nunca lo sería. Pero ahora se había dado cuenta que era mejor, mucho mejor de lo que nunca había sido su hija. Y ya no quería cambiarla, sólo quería que fuera feliz. Que su yerno había tenido siempre la razón, y él siempre se había equivocado con Isolda. Y no entendía como su hija había podido tratar siempre a la pequeña con tanta frialdad. También había cambiado de opinión con respecto al chico. Cuando fue a París a visitarlo, le sorprendió la madurez de un chico tan joven. Había conseguido entrar en uno de los mejores institutos del mundo y sólo gracias a sus méritos. Su inteligencia asombraba a sus profesores. Y comprendió porque su yerno le apreciaba tanto, porque siempre le había apoyado y lo había tratado como a un hijo, estaba claro que no era sólo por no disgustar a Isolda. Y le bastaron unas pocas palabras con el muchacho para comprender lo mucho que quería a su nieta, lo mucho que la extrañaba. Y fue entonces cuando había decidido que Manuel pasaría las navidades con ellos. Sería el mejor regalo para Isolda, el único que ella deseaba. El mejor regalo de todos.
Isolda era inmensamente feliz. Su abuelo había cumplido su promesa de hacerle el mejor regalo de navidad. Volver a ver a Manuel era lo único que deseaba. Llevaban una hora hablando y aún tenían muchas cosas que contarse. Aprovechando que había salido un tímido sol, decidió enseñarle el precioso parque que había delante de su casa. Era un parque famoso, Kensington Gardens le llamaban y contaba la leyenda que una vez, un hada encontró en él a un bebé abandonado, al que llevó al país de nunca jamás. Y por él pasearon, las manos unidas, sin dejar de hablar y de reír. Como en los viejos tiempos. Y con cada paso que daban, algo en ellos iba cambiando, o quizás sólo era que ellos empezaban a ser conscientes de lo que ambos sentían. Y bajo una estatua de un tal Peter Pan se besaron, con un beso dulce y tierno, un beso interminable.




14 comentarios:

Nicolás dijo...

¡¡¡Un aplauso!!! ¡Otro Aplauso! Y bueno, si esto fuera en vivo y en directo propondría un: "¡Hit hit!". ¿Alguien responde? ¡Que este final lo amerita, señores!

Te ha quedado fantástico, Jengibre, fantástico. No puedo encontrar más palabras para describirlo. He notado una gran madurez en este escrito, una gran madurez literaria. Además me ha emocionado mucho el último (y mejor) regalo de Isolda. Lo único que agradezco es que el abuelo de Isolda no le hubiera puesto un moño al pobre Manuel, Xd. Pero la verdad es que te ha quedado genial. Excelente descripción, buen argumento, una buena finalización. Creo que el final te ha quedado impecable, y eso es muy difícil de conseguir.

Hay un par de detalles de índole gramatical y ortográfica, pero esos son detalles minúsculos. Lo verdaderamente escencial (imaginación, creatividad y emoción) ya están ahí.

Una historia extraordinaria, y un final magnífico. ¡Grandioso! Cuando hagas esa antología, este cuento tiene que tener un lugar preeminente.

¡Y ya estoy impaciente por nuevas historias y aventuras! Que este mundo necesita más literatura de la buena, y el año entrante requiere de nuevos sueños y más fantasía.

Nicolás dijo...

Por cierto, me sigue encantando el guiño de la Srita. Lemon (Agatha Christie), y esa introducción de Campanita en los Jardines de Quensintong es maravillosa.

Anónimo dijo...

Muchas gracias Nicolás.

Te agradezco tus hermosas palabras, y celebro que te guste.

Es un cuento que me ha costado mucho escribir, pero que he disfrutado mucho haciéndolo.

Si algo tenía claro es que los Jardines de Kensington tenían que ser parte de ese final. ¡¡¡Adoro esos jardines!!! Cuando visite Londres, de seguro no me marcho sin pasear por ellos. Y bueno, siempre me cayó muy bien la Srta. Lemon, la secretaria de Hercules Poirot.

Por cierto ¿que te ha parecido la música?

Anónimo dijo...

Ah, se me olvidaba. Sobre lo de la antología... creo que dejaré que seas tú quien elija los cuentos que se publican y en el orden en que lo hacen... aparte de escribir el prólogo, claro.

Pero me temo que para eso falta todavía mucho tiempo. Más que nada porque mi obra todavía es bastante breve. XD

Nicolás dijo...

Vale, haré el prólogo, pero hay que ponernos de acuerdo para ver cómo termina el epílogo, así le damos un cierre con maestría. ¿Alguna definición para el último adjetivo?

Y bueno, habrá que esperar un tiempo, pero de seguro que luego harás maravillas con esos cuentos.

Otro detalle que me encantaría ver de este cuento, es que es el primero que transcurre en varios países. Si bien la gran mayoría de los eventos ocurre entre Inglaterra y España, hay mencionas a Latinoamérica y Francia. Eso es algo genial. Y me encantó que usaras a Londres para ese final, es una ciudad llena de belleza por el infinito misterio que lleva dentro, y por su aire mágico e imponente.

La música es maravillosa, suave y llena de un aire especial. Me ha gustado más la primera canción, aunque los coros de la segunda están excelentes.

Anónimo dijo...

Se trata de Bacarolle de Los cuentos de Hoffman. La segunda pieza está interpretada por Montserrat Caballé y Teresa Berganza, que son las mejores soprano y mezzo españolas, así que sí, sus voces son excelentes.

Cielos, no lo había pensado, pero hay que ver la cantidad de ciudades en las que transcurre la acción!!! Tenía que terminar en Londres por lo de los jardines de Kensington, pero como ciudad me habría gustado más en París. ¡¡¡adoro esa ciudad!!!

Nicolás dijo...

¡El próximo cuento que transcurra en el Espacio Exterior! XDDD ¿Podrías hacer un Crovsover con StarTrek o Star Wards? XDDD Eso sí quedaría bastante divertido.

París es una ciudad mágica. No sólo por lo que se cuenta de ella, sino porque fue una capital de cerebros y pensadores del siglo XVIII. Además es la segunda cuna del arte, y la verdad es que tiene un tinte muy bohemio.


Tengo que escuchar más de esas sopranos, porque son excelentes en calidad interpretativa.

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Lo único que puedo decir es: ¡¡¡¡¡ooooooooooohhhhhhhh!!!!!! xDDDDD

Sólo hay una cosa que me da pena: la pobre srta. Lemon, que ahora tendrá que ordenar los libros sola xD.

Menudo broche, señores. Y la Barcarola, ¡cuánto tiempo hacía que no la escuchaba!

En fin, digamos que a lo largo de esta última parte intuía un final similar. Muy bien, muy bien. No sé qué más decir.

Cuando lo estaba leyendo, yo también pensé lo de los países (Viena, París, Londres... la verdad es que se mencionan sitios de todas partes).

Si me lo permitís, pienso que ese epílogo debe acabar con la palabra "jengibre" xD.

Y bueno, que el cuento tenga lugar en la Navidad, muy oportuno en estas fechas xD

Nicolás, ese crossover es muy arriesgado: los fans de unos y de otros pueden enseñar los dientes si te oyen xD.

Sobre París, ¿qué voy a decir? Creo que ya está todo dicho.

Muy bien, muy bien. Ya tenía ganas de leer este final.

Anónimo dijo...

Fantasmas, bienvenido de nuevo.

Sí, creo que llevabas esperando este final desde hace mucho tiempo. Espero que no te haya decepcionado.

Quería hacer un cuento de navidad, pero tenía que terminar este primero. Lo malo era que por muchos finales que le escribiera, ninguno me gustaba, hasta que el domingo pasado, al despertarme había una historia en mi cabeza... esta que acabas de leer. Pero hasta hoy no he podido sentarme tranquilamente a escribirla, con todo el ajetreo navideño.

¡¡¡Pero si la buena Srta. Lemon no le hacía ordenar los libros!!! Le preparaba una taza de buen cacao con unas galletas de jengibre y leían o hablaban sobre libros. Se lo pasaban muy bien.

Coincido contigo en lo del crossover, demasiado arriesgado. Mi técnica no da para tanto. XD

Y sí, creo que Jengibre sería adecuada...

Anónimo dijo...

se me olvidaba, yo también hacia siglos que no escuchaba esa pieza. Creo que desde que ví La vida es bella. Y cuando he pensado que música ponerle, no se orque la he recordado y he creído que quedaría bien. No suelo poner mucha música clásica en el blog. Creo que sólo he puesto el Claro de luna de Debusy y esta.

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

¡Pues pobre srta. Lemon, que no va a tener con quien charlar! xD

Anónimo dijo...

Bueno... eso ya se verá. Hay pendiente un epílogo...

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Uy, eso son palabras mayores!!!! xD

Anónimo dijo...

Será un epílogo breve, para saber que les pasa a los personajes. Algo como lo que hice en El corazón compartido.

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