viernes, 30 de abril de 2010

Annie's song



Ya es viernes. Seguro que muchos de vosotros estábais deseando que llegara este momento para llegar a casa y relajaros al pensar que por delante hay dos días de descanso. Dos días para disfrutar de la vida, de la familia y sí, por supuesto que sí, del amor.
Así que hoy voy a dejaros una preciosa canción. Una de mis favoritas. Se titula Annie's song y es de John Denver. Una canción que compuso para Annie, su esposa. Toda una declaración de amor.
Porque en amor nunca hay que dar nada por seguro. Porque es como una planta que hay que regar y cuidar cada día para que no se marchite. Para que crezca fuerte. Porque a veces olvidamos de decir a esa persona lo mucho que la amamos. Y cuando digo decir, no me refiero sólo a las palabras. Me refiero sobretodo a ese otro lenguaje, mucho más rico que el verbal, el lenguaje de los gestos, de las caricias, el lenguaje de los sentimientos.

Disfrutad de esta preciosa canción.


Canción para Annie (Annie's song. John Denver)

Tu llenas mis sentidos
como una noche en el bosque.
Como las montañas en Primavera,
como un paseo bajo la lluvia.
Como una tormenta en el desierto,
como un soñoliento océano azul.
Tú llenas mis sentidos,
ven y lléname otra vez.

Ven y déjame amarte,
deja que te ofrezca mi vida.
Déjame ahogarme en tu sonrisa,
déjame morir en tus brazos.
Déjame reposar a tu lado,
déjame estar siempre contigo.
Ven, déjame amarte,
ven y ámame otra vez.

Déjame ofrecerte mi vida.
Ven, permíteme amarte.
Ven, ámame de nuevo.

Tú llenas mis sentidos
como una noche en el bosque.
Como las montañas en Primavera,
como un paseo bajo la lluvia.
Como una tormenta en el desierto,
como un soñoliento océano azul.
Tú llenas mis sentidos,
ven y lléname otra vez.


jueves, 29 de abril de 2010

Un ángel muy especial.




A veces, cuando más lo necesitas, se cruzan en tu camino personas que te cambian la vida. Que se convierten en tus ángeles protectores. Que te brindan apoyo y cariño, que se convierten en tu brújula y tu guía cuando no encuentras salida. Que iluminan tus horas más oscuras. Porque hasta las hadas necesitamos a veces que nos cuiden y protejan. Por eso quiero contaros la historia de mi "ángel".
Cuando nos conocimos yo era una pobre hada perdida en un mundo demasiado frío y gris. Sin brillo, con el alma fría y gris. La magia me había abandonado. Él me recogió y no se muy bien como pudo descubrir en mi esa pequeña chispa de brillo que tan profundamente se ocultaba entre tanta frialdad. Y gracias a sus cuidados y su amistad, poco a poco, volví a ser la misma hada silvana, traviesa y atrevida, que salió de su bosque natal para vivir mil aventuras. He de decir que no fue nada fácil. Una vez el hielo lastra las alas de las hadas es difícil que éstas puedan volver a volar. Se necesita mucho tiempo y mucho cariño, y también confianza en ti misma, algo de lo que no andaba muy sobrada. Pero allí estaba él, enseñándome a volar de nuevo y ayudándome a levantarme después de cada caída. Y por fin una mañana volví a sentirme viva y feliz. Supe que era el momento de partir, de volar en pos de nuevas aventuras. Él también había adivinado que había llegado el momento de dejarme partir. Me regaló un pequeño colgante en forma de estrella. Para que siempre recordara que los amigos son como las estrellas, que no siempre puedes verlas pero que siempre están ahí. ¡¡Cómo si necesitara algo para recordarlo!! Me había regalado algo mucho más valioso, su amistad, su cariño y un pedazo de su corazón. Le prometí que pasara lo que pasara, por muy lejos que volara, siempre volvería a visitarlo y a contarle mis aventuras. Y los mejores relatos e historias que escuchara en mis viajes. Y cada madrugada, mientras él aún duerme, me cuelo por su ventana y le soplo un poquito de polvo de hadas para iluminar su mañana y que la suerte le acompañe en su camino.







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martes, 27 de abril de 2010

¡Que grande es el cine! Braveheart.

Rinconcito poético IV


Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

Lope de Vega.

lunes, 26 de abril de 2010

Siete.



Supongo que os preguntaréis el porqué de que un número titule una de mis entradas. Algo particularmente raro teniendo en cuenta mi odio casi visceral hacia los números y las matemáticas. Bueno, para ser más exacta debería haberla titulado "Séptimo". Pero supongo que me he dejado llevar por la magia y la fama del número 7. Siete son las maravillas de la antigüedad, los días de la semana, los enanitos de Blancanieves, siete son las estrellas que componen Las Pléyades, siete eran las cabritillas del cuento. Y ayer 25 de Abril se cumplían 7 años de la operación en que me extirparon el sarcoma sinovial de mi pierna izquierda. El día que cambio para siempre el aspecto de mi pierna. El día que volví a nacer.
Esta entrada quería haberla publicado ayer. Pero he tenido un fin de semana muy movido y no ha podido ser. Pero quería compartir con vosotros esta fecha tan importante para mí. Porque estos siete años se me han pasado volando. Parece que fue ayer que estaba ingresada, esperando el día de la operación. Me ingresaron el 8 de abril de 2003. La operación estaba programada para el día 10, pero una inoportuna infección aconsejo retrasarla hasta el día 25. Y hasta entonces reposo absoluto y antibiótico por vía venosa. Y pasar la semana santa en el hospital. Un horror pensaréis. Pues no, me lo pasé muy bien. Me divertí mucho. Tenía una compañera de habitación estupenda y divertidísima. María, una abuelita encantadora a la que le habían puesto prótesis de cadera y rodilla, siempre estaba alegre y congeniamos enseguida. Nuestra habitación siempre era la más ruidosa. Y sus familiares también eran encantadores. Y que voy a decir del personal sanitario de la segunda planta del hospital traumatológico de Vall d'Hebrón. Excelentes profesionales y mejores personas. Me trataron como una reina. Me sentí muy mimada.
De la operación guardo muy gratos recuerdos. Me pasaron a quirófano a las 11:00. En la antesala me esperaba mi doctor, con su bata naranja de quirófano y su gorro de Piolín. Recuerdo que me hizo mucha gracia y le comenté que llevaba un gorro muy bonito a lo que me contestó que era su gorro de la suerte. Me sentí como en un episodio de Urgencias, pues en EEUU es habitual que los cirujanos lleven gorros de colores y dibujos (por suerte mi médico es mucho más agradable y simpático que el dr. Romano). Y recuerdo a la anestesista, una doctora muy simpática. Me pusieron anestesia epidural, y lo recuerdo muy bien, porque para ello me tuve que recostar sobre un auxiliar que era guapísimo, creo que ni siquiera sentí el pinchazo en la columna, los ojos de ese muchacho me sirvieron de anestesia. No quería dormirme, así que cuando empecé a sentir los efectos de la sedación, luché con todas mis fuerzas para no dormirme... y no me dormí. Eso sí, era como si hubiera cogido un cuelgue monumental. Me pasé toda la operación hablando con la anestesista (que debió maldecirse por no haber puesto una dosis mucho mayor de sedante)y no me puse a cantar o a contar chistes malos porque no me dio por ahí. Y recuerdo que cuando terminaron de operar, mi cirujano estaba eufórico. Me dijo que todo había ido muy bien, mejor de lo que se esperaban. Claro que faltaba el veredicto del análisis del tumor.
Lo bueno de la anestesia epidural es que sales de quirófano consciente y bien. Así los familiares te ven estupenda y el suspiro de alivio es general. Así me recibieron mis padres y hermanos cuando me sacaron del quirófano para llevarme a reanimación. ¿Reanimación? pensé yo... ¡¡¡pero si estoy muy animada!!! Pues sí, me llevaron a reanimación, la sala donde estás controlada hasta que pasan los efectos de la anestesia. Un horror, cada 5 minutos se activaba el tensiómetro y te apretaba el brazo, y encima tenía esa pantallita que indica el ritmo cardíaco y el pulso. Lo dicho, como si estuviera en un capítulo de cualquier serie de médicos que se precie. Pero sin George Clonney, que pena. Por suerte tenía una pequeña ventanita al lado de la cama desde la que podía ver el Tibidabo. Y cada 5 minutos un internista que te preguntaba si notabas algo. Recuerdo que una de las veces que vino me preguntó si podía mover las piernas. Cómo no se me había ocurrido probar de mover nada, le dije que no había probado. Me pidió que moviera la derecha (por motivos obvios la izquierda quedaba descartada de esa prueba) y casi le doy una patada, porque como creía que seguía dormida la levanté con más fuerza de la que hubiera sido necesaria. Eso le convenció de que ya estaba para que me pasaran a la habitación.
Eran sobre las 17:00 cuando llegaba a mi habitación, la hora de merendar. Así que pedí algo de comer, y para mi sorpresa me sirvieron un zumo. Ventajas de la epidural.
Pero lo que mejor recuerdo de ese día fue que uno de los médicos, quizás con el que más confianza tenía, me dijo que me dolería más la zona donde me habían quitado piel para el injerto que la operación en sí. A mí me hizo mucha gracia, me habían quitado como unos 10 cms de gemelo ¿cómo podría doler más una zona en la que sólo habían quitado una fina capa de epidermis?. Pues sí, el médico tenía toda la razón ¡¡¡no veas como dolía ese puñetero cuadradito!!! Bueno, tampoco hay que exagerar, tampoco necesite demasiados calmantes. La recuperación fue muy rápida. A los siete días de operarme me dejaron levantarme y utilizar una silla de ruedas. Un modelo "tuneado" con una tabla para poder llevar las piernas estiradas. Y recuerdo que poder levantarme de la cama y recorrer los pasillos fue todo un logro. Le cogí el truco en seguida y alcanzaba velocidades increíbles. ¡¡¡Me llamaban el Terror de los pasillos!!! Y por fin el 8 de Mayo pude ponerme de pie y dar mis primeros pasos. Recuerdo que estaba mi madre conmigo en la habitación y que cuando el médico me dijo que me levantara y andara me sentí como Lázaro. Y recuerdo que el dolor al estirar por primera vez mi pierna operada fue muy fuerte. Pero dar aquel primer paso me emocionó tanto que me puse a llorar. De ilusión y también de alivio, de saber que volvería a caminar, por mucho que doliera. Y al día siguiente me dieron el alta. Salía del hospital tras un mes y un día de hospitalización.

Y el resto ya es historia.



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viernes, 23 de abril de 2010

Día de Sant Jordi, día de la Rosa.



Hoy, día de Sant Jordi, patrón de Cataluña, es tradicional regalar rosas. De hecho, la mayoría de parejas catalanas es hoy cuando celebran su día de los enamorados. La tradición de regalar rosas viene de antiguo. Según cuenta una leyenda, un dragón atemorizaba a la villa de Montblanc. Para aplacarlo cada día se sorteaba quien debería sacrificarse para aplacar al dragón. Un día le tocó a la princesa ser sacrificada. Pero San Jorge, que pasaba por allí, le clavó su lanza al dragón, salvando a la princesa. De la sangre derramada por el dragón surgió un bello rosal de rosas rojas. De ahí la costumbre de que los hombres regalen la rosa, no sólo a sus parejas, también a sus hijas, madres y hermanas. Incluso algunos jefes la regalan a sus empleadas.

Como a mi me gustan mucho las tradiciones, he decidido regalaros una rosa a todos vosotros, en señal de afecto y amistad. Sólo tenéis que cogerla, es vuestra.

Feliz día de Sant Jordi para todos.



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miércoles, 21 de abril de 2010

Lyra.



Desde el blog de Abedul nos animan con una iniciativa curiosa y diferente. Publicar la sexta entrada de nuestros blogs, para conocernos un poco mejor. Me ha parecido original y divertido así que aquí os dejo la sexta entrada que publiqué. Un cuento llamado Lyra. Un cuento muy especial para mí, pues es uno de los primeros que escribí. Lo hice para regalárselo a unos amigos míos que celebraban su aniversario de boda. Espero que os guste.

Lyra.

Esta es la historia de Lyra, mi hermana del alma y mi mejor amiga en el bosque donde nacimos. Abandonamos juntas nuestro país para visitar vuestro mundo. Una vez allí ella eligió un pequeño pueblecito situado en un hermoso valle alpino, un lugar muy pintoresco y acogedor. Le encantaba pasearse por sus callejuelas, observando a sus habitantes, siguiendo sus vidas. Así conoció a una pareja de ancianos, que vivían en una encantadora casita, toda cubierta de flores trepadoras. Le encantaba observarlos pues entre ellos se veía tanto amor y afecto en cada uno de sus gestos y sus miradas, que Lyra quedo fascinada por ellos. Sobretodo le encantaba verlos despertar, pues cada día él la despertaba de la misma manera, le decía "buenos días mi estrella" y la besaba con un amor, una ternura que desarmaba... Estaba tan emocionada con ellos que poco a poco fue acercándose más a la casita, descubriendo con sorpresa que los ancianos la podían ver, y además la invitaron a entrar en su casa y compartir su desayuno. Les contó su historia, les habló del bosque donde nació, de sus hermanas, de como sentía que le faltaba algo, que tenía como un vacío en su interior. Ellos se sonrieron, sabían perfectamente que es lo que el hada andaba buscando, porque ¿de qué sirve la inmortalidad si no tienes a alguien a quien amar? Le ofrecieron quedarse con ellos por un tiempo, y ella encantada se quedó.

Aprendió con ellos muchísimas cosas sobre los mortales y sus sentimientos, y con cada día que pasaba en la compañía de los ancianos, iba deseando, cada vez con más intensidad volverse mortal. Así llegó el otoño, la época dorada de todas las hadas silvanas, y llegó de visita al pueblo Kaspar, un joven escritor, sobrino de la pareja de ancianos. Atravesaba una crisis creativa, se sentía vacío y seco por dentro, por eso creía que pasar una temporada en el campo le serviría para recuperarse, físicamente al menos.

Kaspar era un joven tremendamente tímido y reservado, soñador empedernido, con el cabello del color del trigo y dulces ojos color miel. Adoraba a sus tíos, a los que consideraba como sus padres, pues estos habían muerto cuando apenas era un niño y el había vivido con ellos desde entonces; aunque tuvo que marcharse a una gran ciudad para estudiar y conseguir su sueño de ser escritor, siempre volvía a la que consideraba su casa, por lo menos una vez al año. Estaba un poco preocupado porque sus tíos se hacían muy mayores y estaban solos, pero aunque había intentado convencerlos de que se fueran a vivir con él a la ciudad, ellos se negaban en rotundo a dejar su casita y su valle. Por eso al conocer a Lyra, se sintió agradecido al ver la solicitud y el cariño con que trataba a sus seres queridos. En seguida se acostumbró a ver su sonrisa cada mañana, cuando bajaba a desayunar y la encontraba cantando y preparando alguna de las sabrosas tartas que tanto le gustaban. Se sorprendió deseando pasar más tiempo a su lado, él que se había refugiado en esa casa para alejarse de todo contacto humano, ahora ansiaba de su compañía, se sentía muy bien cuando estaban juntos, no sabía si era por la calidez de su sonrisa o por sus ojos dorados y brillantes que parecían dos pequeñas estrellas que inundaban todo con su luz, o la musicalidad de su voz, alegre y cantarina, o por su risa que siempre terminaba contagiándole y haciéndole reír como no lo había hecho en meses; pero gracias a todo eso cada noche, cuando volvía a su habitación, era capaz de plasmar en un papel nuevas historias que volvían a cobraban vida en su cabeza. Y que puedo decir de Lyra, que en cuanto conoció a Kaspar, tan triste y desvalido, hizo todo lo posible por ayudarlo, consolarlo y sobretodo inspirarlo, pues está en nuestra naturaleza de hada ayudar a todo el que lo necesita. Cada mañana se despertaba muy temprano, pensando que nuevas delicias cocinaría para él, al que tanto parecía gustarle sus dulces, recogía las últimas flores del otoño para adornar su habitación; sin apenas darse cuenta, aquel vacío que sentía en su corazón fue llenándose, se sentía feliz cuando por las noches después de cenar, cuando los ancianos se retiraban a descansar, se quedaban hablando y Kaspar le contaba mil anécdotas de su niñez en el valle que la hacían reír como hacía siglos que no lo hacía.

El otoño fue pasando, llegó el invierno y con las primeras nieves Lyra y Kaspar se veían obligados a pasar más tiempo juntos, pues el mal tiempo no dejaba a Kaspar realizar los largos paseos a los que tanto se había aficionado; pero no le importaba, estar con Lyra era fascinante. Le gustaba ayudarla en la cocina, intentaban amasar un nuevo dulce, pero terminaban llenos de harina y riéndose como niños. Los ancianos los miraban y se sonreían, les alegraba verlos tan felices, estaba claro que entre ellos había nacido un sentimiento muy profundo aunque ninguno de los dos quisiera reconocerlo.

Por eso la anciana decidió hablar con Lyra, y una mañana mientras Kaspar había ido a buscar leña para el hogar, le preguntó que sentía por su sobrino. Lyra, al principio se sintió muy extrañada por esa pregunta, no sabía que contestar. Le dijo que solo había tratado de ayudar a Kaspar, que le dio tanta pena cuando llegó, había tanta tristeza en sus ojos, que la había conmovido, pero en seguida fue consciente que había algo más, ¿Cuánto tiempo hacía que no había vuelto a pensar en su bosque, ni en volver al país de las hadas? En ese momento fue consciente que estaba profundamente enamorada del joven escritor, que no deseaba volver a su mundo, que quería pasar el resto de su vida junto a él. Así se lo confesó a la anciana entre lágrimas, pues en ese instante también sintió el temor y la incertidumbre de que él no sintiera lo mismo por ella. Justo en ese instante entró Kaspar, y al verla llorar fue corriendo hacia ella, abrazándola y consolándola como si de un bebé se tratara, preguntándole que le pasaba, extrañado pues nunca la había visto llorar y esa visión se le había clavado en el corazón. Ella apenas podía hablar, sólo sollozaba entre sus brazos y en ese momento decidió hacer lo que llevaba mucho tiempo deseando hacer, besó sus labios, tan suaves y bellos como alas de mariposa. Al separarse, Kaspar se encontró de frente los ojos de Lyra, más brillantes que nunca y una amplia sonrisa dibujada en su cara.

Esa primavera se casaron, y yo fui su dama de honor. Fue una boda sencilla y bonita, y debo decir que lloré durante toda la ceremonia, de emoción pero también un poco de pena. Lyra había renunciado a sus alas, a su inmortalidad por vivir una vida mortal junto al hombre que amaba, eso significaba que un día nos separaríamos definitivamente. Y así se lo dije la noche antes de su boda, la última noche que pasó en nuestro bosque natal, pero ella me aseguró que nunca estaríamos separadas, porque dentro del corazón de cada una vivía un trozo de la otra, y eso nadie podría quitárnoslo.

La última vez que los visité, eran unos ancianitos tan unidos y enamorados como aquella vez… pero ahora rodeados de toda una familia numerosa, cuatro hijos y diez nietos que esperan emocionados las visitas de su “madrina”


Desafiando la gravedad.




Como ya he dicho en otra ocasión, esta semana es muy especial para mí. No sólo porque me hayan dado buenas noticias médicas, pero de eso ya hablaré mas adelante así que no os adelantaré acontecimientos. Pero es uno de esos momentos que sabes cruciales en tu existencia. Momentos en los que sientes que debes alejarte de los caminos marcados, que debes seguir tu propio camino, desafiar a la gravedad. Que debes ignorar a todos los que te dicen que no lo conseguirás, que fracasarás o que te caerás, porque sabes que si los escuchas, si les haces caso nunca intentarás ir más allá y entonces si que fracasarás porque no hay fracaso mayor que nunca haberlo intentado. Es cierto que para lograr algo importante tienes que "caerte" muchas veces, y eso es bueno porque aprenderás a levantarte y a seguir con más fuerza si cabe. Habrás descubierto que es lo que te hizo caer y podrás corregirlo. Y si te mantienes fuerte en la lucha, aprendiendo de cada intento, llegará el día mágico en que te elevarás por encima de todos esos mediocres y cobardes que nunca se arriesgaron a desafiar la gravedad.
Pues así me siento yo en estos momentos. Y lo curioso es que el lunes por la noche, viendo una serie de televisión (Glee, el fenómeno televisivo de la temporada en EEUU), una canción me hizo pensar en todo eso. Se trata de Defying gravity (Wicket).
Esta es su letra:

Something has changed within me
Something is not the same
I'm through with playing by the rules
Of someone else's game
Too late for second-guessing
Too late to go back to sleep
It's time to trust my instincts
Close my eyes: and leap!
It's time to try
Defying gravity
I think I'll try
Defying gravity
Kiss me goodbye
I'm defying gravity
And you won't bring me down!
I'm through accepting limits
'Cuz someone says they're so
Some things I cannot change
But till I try, I'll never know!
Too long I've been afraid of
Losing love I guess I've lost
Well, if that's love
It comes at much too high a cost!
I'd sooner buy
Defying gravity
Kiss me goodbye
I'm defying gravity
I think I'll try
Defying gravity
And you won't bring me down
I'd sooner buy
Defying gravity
Kiss me goodbye
I'm defying gravity
I think I'll try
Defying gravity
And you won't bring me down
Bring me down
Oooooooooooh!

(Por cierto, os recomiendo ver Glee, los lunes a las 22:00h en Antena 3 Neox)



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martes, 20 de abril de 2010

Leer nos hace libres.



El próximo viernes se celebra el Día internacional del Libro. Por eso durante esta semana habrá una serie de entradas especiales. Hoy quiero presentaros algunos spots para fomentar la lectura entre los más jóvenes. Algo realmente importante pues la lectura favorece la creatividad, desarrolla la imaginación y les ayuda a pensar por si mismos.

El primer spot lleva por título: Si tú lees, ellos leen."





El segundo spot se titula: Viaja con la imaginación: lee libros y es del programa infantil La bola de cristal.



Y por último, el spot titulado: Leer te da más.



Me gustaría terminar esta entrada proponiendo un pequeño juego. Me gustaría que cada uno recordara su primera experiencia lectora, el título de ese libro y que sensaciones le causó. La mía fue con el libro Fábulas de Félix María de Samaniego. Y lo recuerdo muy bien porque fue el primer libro que pedí que me compraran. Yo tenía 4 años, a punto de cumplir los 5 y ese año empezaba mi aventura escolar. Recuerdo que estábamos en la librería comprando los libros de texto de mi hermano mayor y yo, que siempre he sido muy curiosa, estaba ojeando ese libro. Tenía preciosos dibujos de animales que ilustraban cada una de las fábulas. Así que lo cogí y le pedí a mi madre que me lo comprara. Mi madre alegó que no sabía leer, a lo que yo le repliqué que en el colegio me iban a enseñar a leerlo. Ante esto mi madre se quedó sin argumentos y me lo compró. Mañana os cuento la continuación de la historia.

Hoy toca ser feliz.




Hoy por fin, tras casi dos meses de pruebas y visitas médicas, puedo decir que soy feliz. Real y auténticamente feliz. Ahora ya puedo decir que veo la luz al final del tunel. Que pronto terminará mi cautiverio y volveré a mi rutina habitual.
Aunque todavía me quedan unos quince días (más o menos) para volver al trabajo. En este tiempo debo volver a ejercitar mi pierna, aunque sin forzarla. Dejarla que vaya a su ritmo, y así poder regresar con garantías.

Por eso quería compartir este momento feliz con todos vosotros. Y daros las gracias por estar ahí, por ayudarme a sobrellevar el "encierro". Por darme ánimos y fuerza cuando más las necesitaba.

Y esto es sólo el principio de una semana mágica e importante para mí. Pero no quiero adelantar acontecimientos. Dejarían de ser sorpresa. Vivamos el presente. ¡¡¡Y HOY TOCA SER FELIZ!!!


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domingo, 18 de abril de 2010

Rinconcito poético III.


SONATINA
Rubén Darío

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-¡Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor!



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El fantasma de la Ópera, 2º acto.




Con un poco más de retraso del esperado, aquí os traigo el segundo acto de El fantasma de la ópera. No, no me había olvidado de él. Pero buscando material para esta sección me tropecé con We will rock you y no pude resistirme al poder de la música de mi grupo favorito.
Ya sin más dilación os dejo con las canciones. ¡Disfrutadlas!


All I ask of you (Raoul y Christine)




Wishing You Were Somehow Here Again. (Christine)



The point of no return. (Fantasma y Christine)




The final lair. (Fantasma, Christine y Raoul)

viernes, 16 de abril de 2010

Y fueron felices... finales de cine.




Un poco de cine para empezar el fin de semana. A partir de ahora, los viernes será el día del espectador en este rincón. Hoy os presento el final de una de mis películas favoritas, Desayuno con diamantes. Un final que aún hoy me hace llorar siempre que lo veo. Ese beso final, bajo la lluvia, mientras suena el inmortal Moonriver de Henry Mancini es inolvidable. Y que decir de la maravillosa Audrey Hepburn, sobran las palabras. Así que mejor os dejo con la escena. ¡Que la disfrutéis!


miércoles, 14 de abril de 2010

Rinconcito poético II.




Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega.



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martes, 13 de abril de 2010

We will rock you (segundo acto)



Como lo prometido es deuda, aquí os traigo el segundo acto del musical We will rock you. Ya dije en el primer acto que la selección había sido muy difícil. Pensad que he resumido en 10 canciones lo que son dos horas y media de espectáculo y 30 canciones. Y todas dignas de incluirse. He intentado que hubiera un poco de todo, canciones románticas y también las mas rockeras y marchosas. Pero mejor dejo la charla y os dejo con lo que realmente importa... las canciones.



Who wants to live forever. (Galileo y Scaramouche)




Seven seas of Rhye. (Khashoggi)




Another one bites the dust. (Killer Queen)




Bohemian Rhapsody. (Galileo, Scaramouche, Khashoggi y Killer Queen)


Y para cerrar el telón de esta entrada, nada mejor que hacerlo con el tema que da nombre a la obra. We will rock you.


Si os ha gustado y os gustaría ver el espectáculo, sigue en cartel en Londres, en el Dominion Theatre. Pero os aviso que está completo hasta octubre de 2010.

sábado, 10 de abril de 2010

Obras en este pequeño rincón.




Cuando en Enero de este año recibí mi primer premio y lo colgué en un lugar de privilegio en mi humilde rincón, no pensaba que en tan poco tiempo el rinconcito se me quedaría pequeño. Esta semana ha sido increíble, una lluvia de reconocimientos que me han llenado de emoción pues se que todos y cada uno de ellos lleva el cariño y la amistad del que me lo ha otorgado. Y ya no podía exponerlos todos tal y como se merecen. Por eso, y siguiendo el ejemplo de blogs más experimentados, me he metido en obras y estoy preparando una nueva vitrina, La vitrina del hada Jengibre. Allí todos esos reconocimientos lucirán como se merecen. Todavía esta en obras. Ya sabéis como son esas cosas, faltan los retoques y pequeños detalles y pronto empezaré con el traslado de todos y cada uno de los premios a su lugar de honor.
Por supuesto, cuando lo tenga todo listo habrá una inauguración oficial a la que estáis todos invitados, pues ha sido gracias a vosotros, con vuestras muestras de afecto y cariño los que habéis hecho posible este sueño.

Nos vemos prontito.

Besitos de jengibre para todos



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Rinconcito romántico IV.


Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!

Gustavo Adolfo Bécquer.



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jueves, 8 de abril de 2010

Reconocimientos.

En estos días me han llegado algunos premios (reconocimientos o mimos, que suena mejor). Reconocimientos que me han llenado de alegría, porque sé que son una muestra de amistad y cariño por parte de blogs amigos. Premios que no se si me merezco, pero que quiero compartir con vosotros, que sois quienes hacéis posible este sueño. Cuando hace casi un año empecé con esta aventura, ni siquiera imaginaba que llegaría tan lejos. En realidad dudaba siquiera que alguien me leyera. Y ahora, gracias a él he conocido a un montón de gente interesante, he hecho amigos, que son sus comentarios y palabras llenas de ánimo y cariño están haciendo que un año que ha empezado algo gris, esté empezando a llenarse de color. Y estos reconocimientos son un estímulo para seguir adelante con este proyecto. Por eso muchas gracias a todos.

Los reconocimientos son los siguientes:

PREMIO BLOG VIP.




El blog de Canoso nos ha concedido este reconocimiento. Muchas gracias Canoso, es un placer recibirlo de un blog tan ameno, variado e instructivo como el tuyo. Un blog que os recomiendo a todos vosotros.

Y ahora me toca a mi la parte difícil, la entrega a los blogs que considere que se lo merecen. Creo que todos os lo mereceis y os lo entregaría a todos, pero algunos de los blogs que suelo visitar ya lo habéis recibido. Por eso los "agraciados" son los siguientes:

El universo de Arwen
Reino libre del Preste Juan
El salón del estudio
Los fantasmas en el paraíso
Cuentos de Nati
Cordobello, un pais mui aquello
rayajos en el aire
Mi vida en retales.



PREMIO VALE LA PENA.






Este nos viene de los blogs
Solo de interés
y El blog de Canoso

y va para los blogs siguientes:

El interior secreto.
diario de independencia
Aguabella.
Balovega.
Los fantasmas del paraíso.
El salón del estudio.
El blog de canoso.


PREMIO GENUINE BLOG.



De El blog de Canoso y de El interior secreto nos llega el Mimo-rayajo Genuine blog.
Este reconocimiento tiene una condición, y es que tengo que añadirle una frase de creación propia.
Esta es la mía:
Planeando el futuro te olvidas de vivir el presente.

Y lo entrego a los siguientes blogs:

Pensamientos.
Cordobello un pais mui aquello.
El suspiro de un ángel.
A cualquiera le sucede.
Los fantasmas del paraíso.
El salón del estudio.
Solo de interes.

¡¡¡Gracias y besitos de jengibre para todos!!!




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martes, 6 de abril de 2010

We will rock you o la música de Queen conquista el escenario.



We will rock you es el título de una de las canciones más famosas y coreadas del grupo Queen. Por eso ¿que mejor título para el musical basado en sus canciones?

Escrito por Ben Elton, el musical narra la vida en un distópico futuro (el mundo de Ga Ga) donde la originalidad y la individualidad están prohibidos, y solo un solitario Soñador alimenta la teoría de una profecía que hará posible el regreso del rock and roll.

Se estrenó en Londres el 14 de mayo de 2002. en el Dominion Theatre, donde sigue representándose actualmente. Ante el éxito cosechado, la producción se ha llevado con éxito a paises como Estados Unidos, Canada, Australia, Suiza, Alemania, Japón y también a España, donde se estrenó en el teatro Calderón de Madrid en octubre de 2003. Tras una gira por todo el país, en enero de 2007 volvió a Madrid con nuevo elenco, donde continúa en cartel. Como curiosidad os diré que Daniel Diges, nuestro representante en Eurovisión, encarnaba a uno de los personajes (Galileo).

Y sin mas preámbulos os dejo con la selección de canciones. Me ha sido muy difícil elegir. Y he pensado que si la obra tiene dos actos, lo suyo sería que la entrada tuviera dos partes ¿no creéis?

Y sin mas preámbulos os dejo con la selección de canciones.
¡¡¡Que empiece el show!!!


Innuendo (Intro con la voz de Freddie Mercury y los coros del reparto)




Radio Ga-Ga (The Ga ga kids)



Somebody to love. (Scaramouche)




Under Preassure (Galileo y Scaramouche)


Y como broche final para este "acto" No one but you (only the goods die young)

domingo, 4 de abril de 2010

Rinconcito poético.


MARINA

Mar armonioso,
mar maravilloso:
tu salada fragancia,
tus colores y músicas sonoras
me dan la sensación divina de mi infancia,
en que suaves las horas
venían en un paso de danza reposada
a dejarme un ensueño o regalo de hada.

Mar armonioso,
mar maravilloso,
de arcadas de diamante en que se rompe en vuelos
rítmicos que denuncian algún ímpetu oculto,
espejo de mis vagas ciudades de los cielos
blanco y azul tumulto
de donde brota un canto
inextinguible:
mar paternal, mar santo:
mi alma siente la influencia de tu alma invisible.

Velas de los Colones
y velas de los Vascos,
hostigadas por odios de ciclones
ante la hostilidad de los peñascos:
o galeras de oro,
velas purpúreas de bajeles
que saludaron al mugir del toro
celeste, con Europa sobre el lomo
que salpicaba la revuelta espuma.
Magnífico y sonoro
se oye en las aguas como
un tropel de tropeles,
¡tropel de los tropeles de tritones!
Brazos salen de la onda, suenan vagas canciones,
brillan piedras preciosas,
mientras en las revueltas extensiones
Venus y el Sol hacen nacer mil rosas.

Rubén Darío.




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sábado, 3 de abril de 2010

Corazón de sirena (final)




Desgraciadamente nuestra felicidad nos hizo olvidar que nos habíamos escapado y que seguramente la Reina nos estaría buscando. Debo decir que nos confiamos por el hecho de que habían pasado ya unos años y no había pasado nada. Creíamos que habrían perdido nuestra pista. Pero no fue así. Una noche que yo estaba con mis hermanas nadando entre delfines, tuve un negro presentimiento, se lo comenté a ellas y decidí volver a casa, ya no estaba tranquila. Ellas me acompañaron a la playa. Nada más llegar a la orilla vi horrorizada como unos guardias se llevaban al hombre que amaba y prendían fuego a la cabaña. Quise correr tras ellos, pero todavía tenía la cola y mis hermanas me retenían en el agua rogando que no fuera una insensata. Me obligaron a sumergirme y gracias a dios que lo hicieron, porque algunos guardias recorrían la orilla con antorchas buscándome. Seguramente mi madre les había prevenido que lo hicieran.
Yo quería subir a la superficie, correr en busca de mi amor, pero mis hermanas no me dejaban. Acudimos a nuestro padre para que me aconsejara en esos momentos tan difíciles.
El entendía lo que estaba pasando y que quisiera salvar al joven, pero su corazón temía por lo que me pasara y por no volver a verme nunca más. Yo sabía que la Reina no me haría nada, me necesitaba, pero a él podría hacerle cualquier cosa. Volví a tierra y emprendí el regreso a lugar al que me había jurado no volver. Viajaba lo más rápido posible, sin apenas detenerme a descansar. En cuanto llegué a las puertas del castillo, la guardia me escoltó y me condujo hasta la Reina. Me enfrenté a ella y le exigí que pusiera en libertad a mi amante. Ella se negaba, decía que era reo de traición y que debía ser castigado por secuestrar a la princesa. Al oír esto no pude evitar ponerme a reír. Le contesté que las dos sabíamos perfectamente que nadie me había secuestrado y que si no lo dejaba libre, yo me volvería al mar y se quedaría sin heredera. Al final comprendió que no le quedaba otra opción y le dejo libre. El pobre estaba bastante maltrecho, pero por lo menos estaba vivo. Pasamos esa noche juntos, abrazados. Mi madre había decidido liberarlo a cambio de desterrarlo del reino... bueno y de mi matrimonio con el príncipe que ella había elegido. Acepté porque lo primero era que él estuviera libre. Evidentemente no pensaba cumplir mis promesas. Le pedí que fuera hasta la isla donde yo nací y que me esperara allí, que yo volvería. Nada nos podría separar. Así lo hizo, al día siguiente el partió al destierro y yo volví a mis obligaciones para con el reino. Nada en mi comportamiento denotaba que estuviera tramando mi venganza. A simple vista era la perfecta princesa. Al final llegó el gran día, esa noche se anunciaría mi compromiso oficial. En una gran recepción ante los más importantes miembros de las monarquías vecinas. Esa noche sería mi gran noche, pero no como pensaba todo el mundo. Ordené que la fiesta se hiciera en uno de los jardines que tenía un gran estanque. Eso era primordial porque llené de sal sus aguas, quería crear lo más parecido al mar que pudiera lograr. La noche antes comprobé que su grado de sal fuera el correcto, me sumergí en él y... sí, mi preciosa cola volvía a surgir, tan bella como siempre.
Llegó la gran noche y justo en el momento más importante, zas, fingí que resbalaba y caí en el estanque. Y allí estaba la sirena, delante de todo el mundo. NO puedo describirte la cara que pusieron mis futuros suegros, ni mi prometido. Sólo te diré que se marcharon muy ofendidos y rompieron el compromiso. En realidad todo el mundo abandonó la fiesta horrorizados antes esa "criatura monstruosa"
La Reina no daba crédito a lo que veía. No entendía porque lo había hecho. Nunca entendería que cuando amas a alguien de verdad eres capaz de todo por esa persona.
Al día siguiente, el consejo le exigió a mi madre que nombrara otro heredero entre los parientes de sangre real auténtica. Ese mismo día yo recogía mis cosas y me marchaba para siempre de allí. Ni siquiera me despedí de ella.
Cuando llegué a la pequeña isla donde nací, allí estaba él, esperándome en la misma cabaña en la que yo había nacido. Esa noche de reencuentro la pasamos nadando entre los arrecifes.
Fuimos muy felices, pero quizás por mi doble naturaleza estaba condenada a vivir una vida a medias, a no ser completamente feliz. Pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.


-Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
-Nos cuentas otro, abuela -pidieron a coro los niños.
-Niños, es muy tarde. Así que a lavarse los dientes y a la cama. Mañana, si os portáis bien, la abuela os contará más cuentos.

Una enorme sonrisa se pintaba en su rostro mientras llevaba al pequeño a su cunita. Ellos no podían saberlo, pero era un día muy especial para ella. Tal día como este, pero hacía muchos años, había nacido un gran "contador de cuentos". Bueno, en realidad eran dos. Porque su querido abuelo también había nacido el mismo día que el gran Andersen.



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viernes, 2 de abril de 2010

Corazón de sirena (2 parte)



Que poco sabía lo que me aguardaba. El día en que cumplía los 16 años, una edad importante en el mundo marino, recibí el peor regalo de todos. Tenía que volver a la superficie. Mi madre exigía que fuera a vivir con ella. Tras más de 15 años sin saber de mí, de repente quería recuperar el tiempo perdido.
Mi padre no quiso escuchar mis razones. Así que una mañana de otoño, gris y tormentosa, volví con él a la playa en la que nací. Y allí me esperaba una señora de aspecto regio, de pelo rojo y piel de nácar. Un desconocida que decía ser mi madre. Vino a mí, y quiso abrazarme, pero no la dejé, no pensaba ponérselo fácil, volvería al océano, de eso estaba segura.
Mi padre la miró, con su aspecto más severo.
-Eres su madre y no puedo impedirte que te la lleves. -le recriminó. -Pero eso debiste haberlo recordado hace 15 años y no dejarla abandonada. No te extrañes que te rechace, para ella eres una extraña que la aleja de todo lo que ama.
Me abrazó, despidiéndose de mí.
-Este mundo también es el tuyo, tienes derecho a conocerlo. -Me dijo con la voz queda por la emoción que sentía. -Pero si alguna vez te sientes desgraciada y me necesitas, sólo tienes que llamarme, cualquier fuente, estanque o lago te servirá.
Papá, no te preocupes por mí -le aseguré. -Volveré con vosotros. Muy pronto, ya lo verás.
El viaje hacia mi nuevo hogar fue agotador y se me hizo interminable. Sentimientos contradictorios me dominaban. Por un lado odiaba a ese ser que me había separado de todo lo que conocía y amaba; pero por otro lado, todo ese mundo nuevo al que mi padre decía que también pertenecía me fascinaba. El sol, cálido y dorado; el cielo, de un azul más pálido al de mi medio natural, pero lleno también de vida; las blancas nubes que parecían tan hermosas, de repente se convertían en jirones grises y amenazadores; las montañas con su manto verde y sus enormes árboles. De todas esas maravillas lo que más me gustó fueron los pájaros y sus hermosos cantos. Me hicieron sentir como si estuviera en los acantilados a los que solía nadar con mis hermanas y desde allí cantar las más bellas canciones. Deseé ponerme a cantar, pero la mirada severa de la que decía ser mi madre me hizo callar en el acto.
Sentadas en un elegante carruaje, mi madre me explicaba lo que se esperaba de mí. Porque no me había reclamado a su lado porque me echara de menos, no. Ella resultaba ser la reina del lugar a donde nos dirigíamos. Por eso nos había abandonado a mi padre y a mí, para cumplir con su deber y ocupar el trono a la muerte de su padre. Se había casado con un príncipe de un estado fronterizo con el que interesaba mantener buenas relaciones. Era una cuestión de estado, y aunque no le amaba no había sido desgraciada, su esposo era bueno y comprensivo y habían tenido un heredero, un niño al que había querido con todo su corazón. Pero desgraciadamente el niño había contraído la misma enfermedad que padeció su madre cuando era joven. Lamentablemente, el niño falleció antes de poder trasladarlo a un lugar cálido. La reina, con el corazón roto por el dolor, pero sabiendo que su principal deber era dar un heredero a su reino, confesó el secreto que durante quince años había ocultado a todo el mundo. Sabía que por su edad ya no podría concebir otro hijo, así que decidió confesar al reino la existencia de su hija secreta, recuperarla y convertirla en la princesa heredera y futura reina, como ella lo fue en su día. Con cada palabra que mi madre me decía un dolor insoportable se apoderaba de mi corazón. Yo sólo quería volver a mi océano, a nadar entre los delfines con mis hermanas, a ser una joven sirena traviesa y despreocupada.
Cuando llegamos a mi nuevo hogar, me quedé sorprendida, estaba rodeado por montañas enormes, que ya casi me parecían los muros de la prisión que me separaba del mar que amaba. Atravesamos un hermoso valle cubierto de flores y pequeños pueblecitos con casitas de madera, para llegar a un enorme castillo de piedra, casi tan amenazador como las montañas... o como la mirada de desaprobación de la Reina.

Y qué decir de mi vida en el castillo. Desde mi llegada, cada una de mis horas estaba decidida de antemano. Interminables clases de comportamiento y protocolo, clases de equitación y baile. Apenas tenía un momento para mí, para escaparme a mi pequeño jardín. Mi rincón privado y secreto. Allí junto al pequeño estanque lleno de nenúfares blancos, hablaba cada día con mi padre. Le contaba todo lo que hacía, lo sola que me sentía, el rígido protocolo apenas permitía a unas cuantas personas acercarse a mí. Y casi todas eran mis serios y severos profesores. Hiciera lo que hiciese, nunca estaban satisfechos.

Deseaba poder escaparme de todo eso y poder aventurarme fuera del castillo. Me moría por bañarme en uno de esos enormes lagos. Eso sería lo más parecido a volver a mi océano. Si por lo menos tuviera algún amigo no sería tan infeliz.

El tiempo fue pasando, al final me resigné a mi suerte. Hacía lo que se me ordenaba como un autómata. Saludaba y sonreía cuando me decían, pronunciaba un discurso que alguien me escribía. Habían pasado dos años desde que llegué allí, añoraba el mar... ¿pero cómo escapar de allí si ni siquiera sabía en qué dirección estaba el mar? La Reina había prohibido y confiscado todos los mapas que llevaran a él, bajo pena de muerte o destierro. No, estaba claro que jamás volvería al mar.

Una fría noche de invierno mi madre me llamó a sus aposentos. Era algo sorprendente, nunca solía hacerlo. Si tenía algo que comunicarme lo hacía mediante su secretario, nunca en persona. Extrañada acudí a su habitación. Me dijo que ya era lo suficientemente mayor como para pensar en mis deberes para con el reino, que tenía la edad adecuada para comprometerme y que en breve llegarían al reino los pretendientes para lograr mi mano. Que ella estudiaría la mejor opción y se me haría saber el elegido. Dicho esto, me despidió.

Salí de sus aposentos con las lágrimas quemándome en los ojos. Me dirigí a mi estanque y llamé a mi padre. Le necesitaba más que nunca. Había llegado el momento de marcharme de allí. Encontraría el camino al mar aunque fuera lo último que hiciera. Así que tras meter algunas cosas en una pequeña bolsa, salí de mi habitación dispuesta a dejar el castillo.
Estaba ya preparada para salir de mi prisión de piedra. No sabía dónde me dirigirían mis pasos, pero me dejaría guiar por el corazón y lo conseguiría. Pensaba que no me sería difícil salir del castillo, que equivocada estaba, nada más salir de mis aposentos me detuvo un joven guardia. Le dije que solo quería dar un pequeño paseo a la luz de la luna, que estaba un poco melancólica y eso me reconfortaría. Asintió y me dejó pasar, pero cuál fue mi sorpresa al ver que me seguía. Le ordené que me dejara sola, pero me aseguró que su misión era protegerme y que eso era lo que haría. Le miré fijamente poniendo mi cara más severa, pero vi que era inútil. Derrotada, dejé caer la bolsa con lo poco que me llevaba de allí, y no pude evitar romper a llorar. Eso lo desconcertó, pero se mostró impasible. Le dije que tenía que salir de allí, que me sentía prisionera, que era muy desgraciada y que si no me marchaba de allí moriría de pena y me convertiría en espuma de mar. Que aquel no era mi mundo, que debía regresar al mar al que pertenecía. Supongo que eso le ablandó el corazón, porque tendiéndome un pañuelo, me pidió que lo esperara unos minutos, que intentara ayudarme.
No habían pasado ni dos minutos cuando le vi aparecer por el corredor, llevaba una mochila y un mapa en la mano.
-Está bien princesa. -me dijo. -Sí vamos a buscar el mar, por lo menos hagámoslo bien. No pensaría que voy a dejarla marchar sola. Allí fuera hay demasiados peligros y vos no estáis acostumbrada a afrontarlos.
Le di las gracias con una sonrisa y nos pusimos en marcha. Me condujo por una serie de pasadizos que yo ni siquiera sabía que existían. Se trataba de un pasaje secreto que salía al valle. Fue construido hacía siglos para evitar asedios y para facilitar huidas rápidas.
La luna ya estaba muy alta cuando salimos al valle. Por suerte era noche de luna llena y su resplandor nos iluminaba. Al llegar al pueblo, el joven tomó prestados un par de caballos y nos dirigimos en dirección sur.
Me sentía tan feliz por dejar atrás mi prisión, era maravilloso poder cabalgar libre bajo la luna. Apenas hablábamos. No sabía que decirle. El muchacho había arruinado su carrera en palacio y era un hecho que no podría volver allí. Me sentí agradecida pero también un poco culpable.
Cabalgamos toda la noche, sólo parábamos lo indispensable para que los caballos descansaran o bebieran agua en los múltiples arroyos que atravesábamos. Necesitábamos alejarnos lo máximo posible antes que se supiera que nos habíamos marchado.
Faltaban unas horas para el alba cuando llegamos a una pequeña aldea en las estribaciones de una de la montaña que nos separaba de la libertad. Estábamos agotados, teníamos que dormir algo antes de iniciar la dura ascensión. Nos cobijamos en un establo e improvisamos unos lechos de paja para descansar. Nunca había pensado que podían ser tan cómodos. De su mochila sacó un par de panecillos y un trozo de queso. ¡Ni me había dado cuenta lo hambrienta que estaba hasta ese momento! Aproveché ese momento para conversar con mi salvador, del que ni siquiera sabía su nombre. Le pregunté por qué lo había hecho. Me contó que era capitán de la guardia de palacio, que la misma reina le había encargado mi seguridad y que había jurado protegerme con su propia vida si era necesario, pero que lo que realmente le había llevado a ayudarme a escapar, había sido la tristeza tan profunda que leyó en mis ojos, y entonces supo que en verdad moriría de pena si seguía en el castillo. Y también supo que en ese momento que daría su vida por mí, y por verme feliz.
Dormimos unas horas, y al alba nos pusimos en marcha. Atravesamos la montaña, nos llevó todo el día, pero lo conseguimos. El descenso fue mucho más rápido y al anochecer estábamos en un pequeño pueblo al otro lado de la frontera. Pedimos alojamiento en una pequeña posada. El, caballeroso, durmió en el suelo y me cedió la cama. Estábamos tan agotados que nos dormimos sin hablar apenas. La difícil subida nos había unido mucho. Notaba que algo diferente a la simple gratitud me nacía en el corazón. Y estaba bastante claro que él también tenía sentimientos hacia mí. Pero el sólo conocía un aspecto de mí. Temía que si sabía también era una sirena me considerara un monstruo y me odiara. Recordaba lo que me había dicho mi madre cuando viajábamos al castillo. Me había advertido que nunca le contara a nadie mi pequeña particularidad o todos me odiarían. Pero cuando le miraba a los ojos, algo me decía que él no sería como los demás.
Esa mañana desayunamos en la posada, un desayuno de verdad, necesitábamos reponer fuerzas. Él estudiaba el mapa, buscando el camino más corto y rápido hacia la costa. A partir de hora el camino se hacía más fácil y en un par de días estaríamos en la costa.
El resto del viaje se me pasó muy rápido. Hablábamos de mil cosas, me pidió que le hablara del mar, pues él nunca lo había visto. En su pequeño pueblo lo consideraban peligroso y decían que lo habitaban monstruos y que los que iban a él, nunca volvían. Le conté que no era cierto, que el mar era algo maravilloso, pero que también había tormentas. Le hablé del arrecife, de los delfines, de las noches de luna y las canciones sobre los arrecifes. Y no pude evitarlo, empecé a cantar la canción con la que me acunaba siempre mi madre adoptiva. Y así, entre canciones, risas y confidencias llegamos a la costa. Después de dos años deseando volver a verlo, justo ahora que lo tenía delante sentí un pequeño pinchazo en el corazón. Me había enamorado de ese joven que tanto había arriesgado por mí.
-Princesa, -me dijo, con un deje de tristeza en la voz. -prometí que te traería a la costa sana y salva y aquí la tienes. Misión cumplida. Y ahora que veo el mar, debo decir que tenéis razón, es fascinante. Y tiene el mismo color que vuestros bellos ojos, mi señora.
Bajamos hasta la playa, y en la misma orilla le pedí que se bañara conmigo. Quería ver que pensaba cuando viera surgir mi preciosa cola. Me senté en la orilla, dejando que el agua me fuera cubriendo las piernas. Al sentir en mi piel el agua salada mis piernas se transformaron en mi añorada cola. Se quedó mirando el prodigio, asombrado. En ese momento temía su reacción y a la vez la necesitaba. Porque de eso dependía mi decisión. Si me consideraba un engendro, nadaría de vuelta al arrecife y al palacio de coral; pero si me aceptaba como era, aunque fuera diferente a los demás, me quedaría allí, en la costa con él.
Se acercó a mí, y mirándome a los ojos me besó.
Me sentía muy feliz. Nos habíamos establecido en una pequeña aldea de pescadores, teníamos una pequeña cabaña, muy pequeña y sencilla, pero no nos importaba. Nos teníamos el uno al otro. Por las noches nadaba al encuentro de mi padre y de mis hermanas. Me veían tan feliz junto a él, que aprobaban mi decisión; y algunas de mis hermanas me envidiaban muchísimo pues aún no habían encontrado al amor de su vida como yo.
(continuará)


Hoy se conmemora el 205 aniversario del nacimiento de Hans Christian Andersen. Este es mi pequeño homenaje al genial "cuentista" y a su personaje más famoso, la Sirenita.



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jueves, 1 de abril de 2010

Corazón de sirena (1ª parte)



Vacaciones de Semana Santa. Otra vez de canguro. No es que se quejara, adoraba a sus nietos, pero eran agotadores. “Sólo serán cuatro días” le había dicho su hija. Ellos trabajaban hasta el jueves a mediodía. Claro que ella no contaba los otros cuatro días, porque evidentemente se quedarían allí, con ella. Toda la familia reunida como en los viejos tiempos. “Para que no te sientas sola”, le había dicho. Olvidaba que ella ya no tenía la vitalidad de antes, que había ratos en los que le agotaba su energía desbordante. Pero como había dicho sólo serían cuatro días. Y los dos mayores eran muy formalitos. Josep, con sus trece años ya era todo un hombrecito. Le encantaba hacerse el importante, el hermano mayor. Eso sí, no había manera que te diera un beso, “eso es cosa de bebés, abuela” le decía cuando ella intentaba besarlo. Por suerte su pequeña princesita era tan cariñosa que siempre tenía para ella un abrazo, de esos tan apretados que parecía que se iba a quedar sin aire. Y un montón de besos. Pero claro Núria sólo tenía cinco años. Todavía creía en hadas y princesas, aunque ahora le había dado por querer ser mosquetera, como su muñeca favorita. Pero quién realmente le había robado su corazón era su pequeño duendecillo. Casi dos añitos, lengua de trapo y más travesuras que los dos mayores juntos. Adoraba al pequeño Oriol, tenía una sonrisa capaz de derretir los casquetes polares, algo que utilizaba cuando acababa de hacer alguna barrabasada.
-Abuela, nos contarás un cuento como el otro día.
-Sí, uno de esos de fantasmas que dan tanto miedo –le pide Josep emocionado.
-Jo, abuela. Yo quiero uno de princesas. ¿Tu abuelo no te contó ninguno cuando eras pequeña? –la pidió Núria ilusionada.
-Vaya rollo. Esos cuentos son aburridos, llenos de besos. No tienen acción, ni emoción.
-Chicos, calmaos. Os contaré uno que me contó mi abuelo. Hay princesas, pero también hay mucha acción. Y el abuelo siempre me juró que era una historia de verdad. ¿Queréis que os lo cuente?
-Síiiiiiiii –corearon los tres. Oriol afirmaba con su cabeza, mientras se acurrucaba en el regazo de su abuela.
Muy bien, niños. Pero no quiero que me interrumpáis. Mi memoria ya no es lo que era y puedo perder el hilo.

Cuando mi abuelo era joven le gustaba mucho el mar. Vivía en un pequeño pueblo costero. Un pueblo donde las casas eran blancas y las pequeñas barcas sembraban la playa. Entonces la gente no tomaba el sol, no estaba de moda; y la playa sólo era para las barcas y las redes. A él le gustaba mucho escaparse para ver atardecer en una pequeña calita cerca de su casa. Le gustaba por que podía disfrutar del paisaje y la magia del sol tiñendo de diamantes la superficie del mar antes de desaparecer. Un día, al llegar a su rincón vio a un anciano sentado en la playa. Era el más anciano del lugar. Decían que estaba algo loco, siempre hablando de su juventud, de sus aventuras en alta mar pues había sido marino en un mercante. Se sentó a su lado y lo saludó. Y él, mirándole fijamente a los ojos, le preguntó si estaba esperando a la sirena. Mi abuelo, intrigado, quiso saber a qué sirena se refería. El anciano se rió, una risa limpia, casi como la de un bebé, y le contó que a veces, a la caída del sol, solía llegar a esa cala una sirena. Él la había visto de niño, pero ella se marchó asustada en cuanto lo vio. Cuando lo contó en el pueblo nadie le creyó. Pero él soñaba con encontrarla, por eso se fue de polizón en un mercante. Por eso se pasó toda su vida recorriendo los siete mares. Pero no la había vuelto a ver. “Quizás tu tengas más suerte” le dijo, levantándose y marchándose.
Y mi abuelo me contó que un día, al llegar a la cala después de unos días alejado del lugar porque un temporal había azotado el pueblo, vio que en la orilla había un cuerpo tendido. Parecía uno de esos ahogados que el mar devuelve. Se acercó con cautela y descubrió que era se trataba de una joven. Estaba desnuda y cubierta de algas, conchas y todas esas cosas que arrastra el mar tras el temporal. Tenía el pelo larguísimo, de un color rojo fuego y la piel tan blanca y fina que parecía de nácar. Sintió una pena enorme, parecía tan joven, casi una niña. No podía estar muerta. Seguro que se había quedado dormida. Le tocó el hombro para despertarla, con cariño no como lo despertaba su madre, que casi le arrancaba un brazo cada madrugada para ir a ayudar a padre. Y para su sorpresa la joven se movió ligeramente. Mi abuelo la ayudó a incorporarse. Estaba muy débil pero viva. La miró a los ojos, tan azules como el mismo mar y le sonrió. Ella intentó levantarse, pero volvió a caer. Y rompió a llorar. Mi abuelo no sabía qué hacer, sólo era un niño. Le dijo que todo iría bien, que él la ayudaría. Vivía muy cerca, la llevaría a su casa, avisarían al médico y se recuperaría. Ella le miró sonriéndole, fue como si el sol hubiera vuelto a salir. Y le dijo que no era necesario, que pronto subiría la marea y ella se marcharía. Volvería a su mundo. Y en ese momento mi abuelo recordó la historia de la sirena que le había contado el anciano. “Eres una sirena” exclamó él. No era una pregunta, no sabía por qué pero sabía la respuesta. Pero ¿dónde estaba la cola? La sirena le volvió a sonreír. Quiso saber su historia, pero ella le dijo que estaba demasiado débil para eso. Pero le aseguró que si volvía al día siguiente, cuando la luna brillara, ella le contaría toda su historia. Pero le hizo prometer que no le contaría a nadie lo que había visto. Sería su secreto. Mi abuelo le juró que no lo diría a nadie. ¿Quién le creería? Le tomarían por loco. Pero le aseguró que al día siguiente volvería a verla. Le encantaban las historias.
Mi abuelo volvió a casa. Esa noche soñó con sirenas en palacios de coral rojo, rodeadas de caballitos de mar. Y nunca antes un día se le había hecho tan largo como ese día, esperando la llegada de la sirena. Pero por fin, con la luna llena iluminando las aguas, vio llegar a la sirena.
Se acercó a ella, justo donde las olas rompen. Se veía recuperada y feliz. Le sonrió, sintiéndose algo tímido. Ella se dio cuenta y se rió. Su risa era un sonido maravilloso. Y mi abuelo se sintió mejor. Y ella le habló:

"No he olvidado que te debo mi historia, si todavía quieres escucharla. Cómo ya te habrás dado cuenta soy una sirena. Bueno, en realidad sólo soy mitad sirena. Nací en una pequeña isla perdida del mar egeo. Mi madre era una joven mortal. Una princesa de un país perdido entre las montañas. La joven había contraído una extraña y grave enfermedad pulmonar y el frío clima de su país la estaba matando. Por eso el médico de la corte les había recomendado a sus padres que la enviaran a algún lugar al sur, cerca del mar; dónde el sol brillara con fuerza. Sólo así sería posible que la princesa sanase. Por eso la enviaron a esa isla. Allí, el calor del sol y el aire del mar hacían que se sintiera mejor y se recuperara. Cada mañana, muy temprano, justo cuando el sol salía, la joven acostumbraba a bañarse en una pequeña playa de arena blanca. Le gustaba bajar a la playa a esa hora y bañarse desnuda, jugando con los delfines de los que ya se había hecho amiga. Un día, dio la casualidad que el rey Tritón pasaba por aquella playa y al ver a la princesa quedó prendado de ella. Se acercó a ella con cuidado, no quería asustarla. Le llamaba particularmente la atención la larga melena de un color tan rojo como los corales de su palacio en las profundidades. Un color que contrastaba con la blancura nacarada de su piel. Cuando la joven reparó en la presencia del Tritón, lejos de sentir temor se sintió atraída por los ojos de él, tan azules y profundos como un mar sin fondo. Y en ese momento fue como si el mundo se detuviera. Y los dos cayeron presos de un hechizo, tan antiguo como el tiempo e inexorable como él. Desde ese día, la joven se escapaba a la playa todas las noches, y en ese mar que ya tanto amaba descubría la pasión en brazos de su tritón. Cuando descubrió que estaba embarazada, se sintió la más feliz de las mujeres. Al llegar el momento, ella daba a luz en una cabaña de pescadores cerca de la playa, y él nadaba nervioso entre los arrecifes. Así nací yo. Lo primero que hizo mi madre después de dar a luz, fue esa misma noche llevarme a la playa y sumergirme en el agua del mar. Y mis pequeñas y blancas piernecitas se transformaron en la preciosa cola de pez que has podido ver, y como si un instinto ancestral me guiase, empecé a nadar hacia la luna llena. Y recuerdo los brazos de mi padre rodeándome y su olor a salitre y yodo.
Pero pronto todo cambió. A mi madre le llegó un mensaje urgente de su familia. Su padre estaba muy enfermo, debía regresar a su reino para asumir sus funciones como princesa heredera. El deber le llamaba, debía irse y además no podía llevarme a mí con ella. Por eso una noche triste y oscura, mi madre se despidió de las personas que más amaba. Tenía el corazón destrozado, pero no derramó ni una lágrima. Ni siquiera quiso besarnos. Me dejó en brazos de mi padre y se marchó sin mirar atrás. Yo lloré y lloré durante horas, hasta que al final me quedé dormida justo al amanecer, en brazos de mi padre que no se había movido de esa playa. Y lo último que vi antes de dormir fue brillar una lágrima en sus ojos azules.
Con el corazón destrozado, mi padre se sumergió, abandonando esa playa donde tan feliz había sido. Y nadando veloz, pero con suavidad para no despertarme se dirigió a su palacio de nácar y coral, en lo más profundo del océano.
Desperté justo cuando atravesábamos las puertas del palacio. Para mí, que sólo conocía aquella tranquila isla y su pequeña playa aquello era lo más maravilloso que había visto nunca.
Su llegada había creado un gran revuelo, no en vano hacía muchas mareas que el rey había dejado su palacio. Toda la corte le esperaba en el gran salón, pero él no estaba de humor para una recepción oficial. Los despidió a todos menos a la más joven de sus cien esposas, una joven sirena con quien acaba de casarse poco antes de conocer a mi madre (y por ello todas la demás esposas se reían de ella por no haberlo sabido conservar a su lado).
-Quizás me odies por alejarte de tu hogar y de todo lo que amabas, y luego dejarte aquí abandonada y romperte el corazón. -le dijo -Si te sirve de consuelo, mi corazón también lo está en este momento. Pero hay algo que quisiera pedirte. -y señalándome le pidió, casi le suplicó. -Esta pobre niña acaba de perder a su madre y ha dejado atrás, quizás para siempre, todo el mundo que conoce para adentrarse en un mundo nuevo y misterioso para ella. Te suplico que la cuides tú, como si fuera tu hija.
Ella le miró incrédula. Como podía ser tan cínico de pedirle eso justamente a ella. Porque no se lo había pedido a cualquiera de las otras esposas. ¿Acaso quería terminar de destrozarle su maltrecho corazón? Pero en cuanto Tritón me dejó en sus brazos y me miró a los ojos, sintió algo muy especial por dentro. Y me abrazó con fuerza contra su pecho empezando a cantar una bellísima canción, que me hizo quedarme dormida en sus brazos.
Está bien, mi señor. -asintió ella. -Cuidaré de ella, como si fuera mía. Y ahora que veo el dolor que hay en tus ojos y en tu corazón he de decirte que lo siento, de veras. Pero déjame decirte que no se merece que sufras por ella, si de verdad te hubiera amado nada la habría separado de ti ni de su hija.
Tritón la miró, sorprendido y también admirado. Había esperado su odio y sus reproches, pero no había esperado esto. Y sus palabras encerraban una gran verdad. Desterraría a esa ingrata de su corazón, pues no se merecía ni una sola lágrima más.
Mi vida en el palacio de coral transcurría plácida y muy feliz. No echaba de menos mi vida anterior. A veces en mis sueños veía un círculo dorado y brillante sobre un azul más claro que el del agua donde vivía, y a una mujer de pelo rojo como el coral y los ojos verdes; pero sólo eran eso, sueños. Disfrutaba nadando por los océanos con mis hermanas mayores, que me enseñaban a hablar con los delfines y evitar a los tiburones, a cantar sobre los acantilados en las noches de luna llena.
Una de esas noches, descubrí algo que ya no recordaba. Al salir del agua y reposar en el acantilado mi cola de pez desapareció, transformándose en un par de piernas. Al principio creí que era normal y que a las demás también les sucedía. Pero me fijé en las demás y no, seguían con sus hermosas colas de escamas de colores, y no con esas pálidas cosas. No les dije nada por temor a que me dejaran de lado por ser diferente. Pero al volver a palacio se lo comenté a la que creía mi madre. Ella me contó la verdadera historia de mi nacimiento, de quién era en realidad mi madre y porqué al salir del agua del mar mi cola desaparecía. Que no me preocupara por las demás, todo el palacio lo sabía y todos me querían tal y como era. La abracé, y le aseguré que para mí no había otra madre que ella, que había estado siempre a mi lado, y que nada nos separaría.
(Continuará)



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